|
Peña Ventosa y un precioso ejemplar de castaño de El Habario (Pendes) |
Hay salidas que cobran especial significado por el momento en que se viven. Esta actividad supuso para mí un antes y un después en mi vida montañera: un par de hernias lumbares que llevaba arrastrando hacía años y un desviamiento de vértebra recién diagnosticado me hicieron creer que eso de dormir “al raso” había pasado a la historia. Que los días de travesuras en las que rapelar, hacer trepadas o en los que hay que ir saltando de roca en roca para poder alcanzar un objetivo —sin olvidar que una aventura termina cuando estás de vuelta— ya se habían borrado de mi horizonte. Nada más lejos de la realidad: todavía tenía y tengo por delante mucho camino por recorrer y pequeñas locuras a las que hacer frente.
|
Peña Ventosa desde Ciruenzo Mayor (1307 m), al otro lado del desfiladero de La Hermida |
|
Iglesia de Santa María de Lebeña, mozárabe, siglo X, fotografiada desde el Pico Aliago (627 m) |
Corría el mes de
agosto. Lara tenía unos días de vacaciones por delante y tanto pareja como
amigas estaban desaparecidos en combate: que si esto, que si lo otro… todo eran
pegas. Y ¿a quién recurrir en semejantes circunstancias?: a la que siempre parece
tener preparada y pendiente alguna travesura montañera. El caso es que yo ya
estaba medio comprometida con unos amigos para ir unos días de esa semana a
Picos. Así que primero llamé a Gerar para ver cómo iba el proyecto común y
explicarle, de paso, los planes que yo había diseñado para hacer con la
Reineta. La salida en grupo se había venido abajo pero, aun así, se mostró
titubeante. “Consúltalo con la almohada y mañana me dices”, le propuse.
A la mañana siguiente
llamó para decirme que si a Lara no le importaba que se uniese él a la timba,
se apuntaba. “¡Qué le va a importar, hombre! Estará encantada”. Así que nos
echamos la mochila a los hombros y nos fuimos hasta Santa María de Lebeña,
punto de inicio de esta pequeña aventura, felices y contentos. En Lebeña hay
una magnífica muestra de arte prerrománico, concretamente, mozárabe, pero no
hay bares; únicamente un chiringuito, atendido por Beatriz, donde puedes
comprar refrescos y chorradas tipo snacks. Pero, y en este caso hay un
fantástico “pero”, también ofrece unos exquisitos tomates recogidos
directamente de su huerta que saben mejor que el caviar iraní y que vienen de
cine antes de acometer una subida con mochila de travesía. Aliñados únicamente
con un poco de sal, también incluida en el precio, y… ¡qué manjar! El recuerdo que nos dejó aquella merienda a
base de tomates no se nos borrará tan fácilmente.
|
El bicéfalo Cueto del Valle (705 m) |
|
Peña Ventosa durante el primer tramo de subida |
La idea que
llevábamos era subir al collado de Taruey donde hay un par de refugios.
Esperábamos que, al menos uno de ellos, estuviesen en plan lo suficiente digno
como para pasar la noche, una noche de luna llena y estrellas fugaces: la noche
de las lágrimas de San Lorenzo. Previamente, teníamos previsto subir un par de
cimas menores y visitar la Braña de los Tejos. Las minas de blenda, el Alto de
Las Cuerres (1413 m), nada de lo que visitamos nos decepcionó y, aunque tuvimos
ratos de niebla, esto no hizo sino añadir encanto a la ruta.
|
La Braña de los Tejos |
|
La Braña de los Tejos |
Una jornada digna de ser recordada y que ahora revivo con casi tanto placer
como cuando la llevamos a cabo. Y… ¿sabéis cómo concluyó aquel precioso
periplo? Pues con una nueva visita al chiringuito de Beatriz donde nos zampamos sus estupendos
tomates mientras buscábamos sitio en el que pasar la noche.
|
Peña Ventosa desde el Collau Pelea sobre Cabañes |
2 comentarios:
Habrá que visitar la zona por varios motivos. El primero porque es una montaña desconocida para mí y el segundo para probar los ricos tomates de Beatriz.
Bonito relato e interesante (y barato) refugio.
No te vas a arrepentir, Enrique. Cuando vayas, ya nos contarás.
Publicar un comentario