Todo esto empezó con un correo de Asier que incluía la foto de un llamativo pitón rocoso y una pregunta trampa ¿Cómo subimos esto? Ni Asier ni yo somos escaladores. Únicamente lo hacemos de forma ocasional cuando no se puede alcanzar una cima más que usando esa técnica. Pero los dos somos muy cabezotas. Además, él es un ansioso lleno de ganas de comerse todas las cotas del universo y yo alguien que se deja engañar fácilmente. Así que el anzuelo ya estaba echado y… mordido.