Guardo buenos recuerdos de la sierra de Aramotz, un macizo que nos hizo montañeros. Hacía años que no la visitaba y el pasado miércoles nos pareció oportuno volver a intimar con la sierra.
Son muchas las localidades que pueden servir para penetrar en la cadena, un laberinto kárstico, que debe ser una escuela del montañismo para los jóvenes, a pesar de que sus aproximaciones están muy deterioradas y humanizadas, producto de diferentes factores.