Caspar David Friedrich
Cuenta la leyenda que sobre las tierras de Berchtesgaden gobernaba un rey cruel llamado Watzmann. Tenía un oscuro corazón y no era apreciado ni por personas ni animales. Lo único que al despiadado soberano le gustaba era la caza. Acompañado por perros y precedido del estridente e inquietante sonido de un cuerno, rastreaba los bosques y perseguía a los venados con fiereza. Su mujer e hijos también gustaban de perseguir animales y dejar que luego estos fueran despedazados por los perros. Era una buena diversión para ellos.
Un día, el rey Watzmann, su mujer y sus siete hijos habían organizado una nueva cacería y salían del castillo, hacia el bosque, por la parte que daba a la aldea. Mientras la atravesaban, el rey vio a una mujer que mecía a un bebé en su regazo . Al verla, el rey dirigió hacia ella su caballo e hizo que éste pisoteara violentamente con sus cascos tanto a ella como al niño. Los padres, un peón y su joven mujer, salieron corriendo horrorizados al ver lo que había sucedido pero el mismo destino les alcanzó. Los perros de caza se arrojaron sobre los cuerpos de los pobres aldeanos. Mientras los colmillos de los sabuesos desgarraban la carne de la pareja, su hijo y la anciana, el rey y su familia se limitaban a reírse.
Moribunda, la joven mujer levantó la mano y maldijo al rey: “El castigo os alcanzará” susurró, “Dios os transformará en rocas”. Apenas pronunciada la maldición, la tierra comenzó a temblar. Se alzó un fuerte viento y rauda estalló una fuerte tormenta. La mujer señaló a todos los miembros de la Familia Real y estos se convirtieron en roca y quedaron mirando hacia abajo. Su monumento sigue cabizbajo en las tierras de Berchtesgaden.
Postal del siglo XIX representando al rey maldito
y su familia sobre una imagen de la montaña.
Watzmann (Alpes de Baviera)
Llegamos al Konigsee entre nieblas y suave llovizna. Desde el sábado, y parece ser que lleva todo el verano en circunstancias parecidas, no ha parado de llover, por lo que tenemos la ropa bastante húmeda. Esa sensación de frío nos hace subir rápidamente hasta el refugio Königsbachalm. Durante la ascensión, hemos buscado la silueta del monte Watzmann entre las nubes, queriendo descubrir su gran pared este que cae a pico 2100 m por encima de San Bartolomä. Sin embargo, las nubes se abrazaban a las montañas, creando ese aspecto misterioso que hace que las idealicemos aun mas. Nuestra única preocupación, allá arriba, es si podremos realizar la travesía que rodea el lago Koningsee, para finalmente intentar subir a la cumbre del Watzmman por la vía normal, y terminar en el mismo punto donde hemos comenzado.
Primer día. Nubes y agua
Ya en el refugio, dejamos las ropas mojadas en el Trocken Raum y nos sentamos a la mesa con un personaje un tanto pintoresco. Nos cuenta que tiene 15 vacas en un pequeño Alm, donde pasa el verano. Nos indica que el verano ha sido un desastre, en agosto 26 días de lluvia, debido, según él, a los vientos procedentes de Rumanía, que traen agua y agua. Nos dice que va a rezar para que podamos hacer la ruta con buen tiempo. Le agradecemos sus deseos y le damos las buenas noches.
Amanece sobre el Watzmann
Y, ¡oh sorpresa!, amanece sin nubes y despejado. La luz del sol nos acaricia, aunque todavía no tiene fuerza para secar las piedras de los caminos que, después de tanta agua, permanecen húmedas y hacen que resbalemos una y otra vez. Tenemos una larga caminata hasta el refugio Wasseralm. A nuestra derecha, nos imaginamos el Koningsee, aunque no lo veremos hasta el atardecer, cuando nuestro camino entre hayas se abra por encima de la cascada del Röth, que vierte sus aguas en el Obersee.
Obersee y al fondo Koningsee
El refugio Wasseralm, es pequeño y bien aprovechado. Situado en una pequeña pradera, rodeado de bosques de coníferas, hayas y abedules, es un remanso de tranquilidad. Debido a las buenas condiciones metereológicas hay muchos montañeros, que se han aproximado por los diferentes caminos que confluyen allí. Los guardas, que son surfistas y conocen bien la ola de Mundaka, trabajan de manera coordinada para darnos de cenar y organizar las estrechas literas donde nos meterán a todos. Al caer la noche, empezamos a oir gemidos y mas gemidos. Es la berrea. Muy cerca, los ciervos llaman desconsoladamente a las hembras; así durante toda la noche y parte de la mañana. Son muchos rodeando nuestro pequeño hogar y sus voces se nos meten en el cerebro de tal manera que tenemos que recurrir a los tapones para poder dormir.
Muy de mañana, salimos rumbo al Steinerner Meer. Extenso mar de rocas, afiladas y cortantes, que nos recuerdan a Larra. Es una zona de pocos montañeros, ya que hay caminos más fáciles para llegar al Kärlingerhaus. Este refugio, encima del lago, es grande y mas lujoso. El comedor, situado en el antiguo refugio, nos acoge al calor de la estufa y ese delicioso olor a madera que nos encanta. La noche se presenta mas relajada, aun sabiendo que la etapa de mañana será dura y larga.
El mar de rocas “Steimernes Meer”
Kärlingerhaus sobre el Funtensee
Empezamos el día bajando. Son 900 metros hasta el nivel del Koningsee. Seguimos ahora la vía Alpina, llamada también Violetterweg. Por un canal estrecho y rocoso descendemos rápidamente hasta el lago. Las nieblas lo mantienen a salvo de miradas, pero el calor del sol hace que la nube empiece a disiparse y cuando llegamos a su orilla podemos admirar el color esmeralda de sus aguas. Caminamos hasta St.Bartolomä, donde las barcazas, dotadas de motores eléctricos y silenciosos para no perturbar este lugar, empiezan a dejar turistas. En poco tiempo estamos entre la multitud. Escapamos hacia el Watzmman Haus por una inclinada ladera entre bosques y rocas, desde donde vamos contemplando la verdadera magnitud del lago. Saludamos a los que descienden y, sobre el mediodía, llegamos a un altiplano, zona de pastoreo con unas pequeñas granjas bajo el Watzmann. En el Kührointalm, un lugar privilegiado, degustamos unas cervezas, antes de subir los últimos 500 metros que nos quedan hasta el refugio del Watzmannhaus, a 1914 m.
Las nieblas sobre el Köningsee
Barcos eléctricos y silenciosos surcan transparentes aguas
Kührointalm, bajo el Watzmann
El refugio Watzmannhaus se edificó en tiempo record y en 1888, después de dos años de construcción, se abrió al público en la arista Falzköpfl. Se encuentra a salvo de las avalanchas pero está expuesto a las condiciones climáticas, en gran medida debido a su posición. En 1911 se creó un edificio más grande anexado al viejo refugio. Un problema, debido a su ubicación, es la escasez de agua, lo que casi provocó un caos en el caluroso y seco verano de 2003. Para mejorar la situación, el edificio fue dotado en el año 2006 con avances tecnológicos medioambientales, para el uso y control de agua, saneamiento y electricidad. Este refugio, que está gestionado desde hace décadas por una familia, es acogedor y disfrutamos desde la terraza de la preciosa puesta de sol, pensando en la ruta del día siguiente.
La gente sale a primera hora y nosotros esperamos un rato más para subir cómodamente. Sabemos que hay cables y que se puede organizar algún que otro lío. Sin embargo, la gente se dispersa, unos paran a sacar fotos, otros a comer, y así vamos quedándonos solos, gozando de cada paso. Llegamos a la primera cumbre, donde hay una pequeña cabaña de madera, como lugar de socorro, y seguimos hacia el Mittelspitze, tranquilamente. En la cumbre descubrimos montañas aquí y allá. Hacia el oeste se levantan grandes moles de piedra. Nuevas ideas nos vienen a la mente. ¿Quizás en el 2015?
Nos ayudamos de los cables.
No obstante, conviene llevar un pequeño arnés
para las zonas mas expuestas
En la arista final
Cara norte. Canales de acceso
En la primera cumbre nos topamos
con un personaje pintoresco
Mittelspitze (2714 m)
Fin de la travesía
1 comentario:
Politxa erreportajea!!
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