A veces parece que todos los elementos se alían para
hacernos disfrutar de un maravilloso fin de semana; llevábamos tiempo
cancelando salidas por mal tiempo y de repente se abre una ventana en el cielo
de los Picos de Europa, así que decidimos acercarnos a Sotres a raquetear, sin
prisa, tranquilamente; para nuestro disgusto encontramos el pueblo
completamente invadido de corredores que van a tomar parte en la 19ª edición de
la Travesía Picos de Europa “Sotres Skí Tour”, una atractiva competición para
los amantes del ski; sin embargo no es éste el ambiente en el que estábamos
pensando, así que buscamos un plan B y retrocedemos hasta el desvío que lleva
a los invernales de Texu. Alli también se concentran varias personas que buscan
lo mismo que nosotros, raquetear en la mayor soledad posible.
Desde los invernales descendemos hasta cruzar el rio y
ascender en zetas por la pista, pausadamente. Las huellas de raquetas están
ligeramente cubiertas; hoy aún no ha pasado nadie por aquí.
Al llegar al alto del collado encontramos escenas sencillas
a las que la nieve otorga un encanto especial, el contraste de color con el
cielo, rocas que emergen de la tierra, una pequeña borda y algunos
árboles desnudos. Silencio roto por el canto de algún pájaro que no alcanzamos a
ver.
Continuamos hacia el Collado de Pandébano. La nieve está tan
virgen, tan limpia, sin pasada alguna que parece merengue; bromeamos cuando
decimos que algunas de las montañas que vamos dejando a nuestra izquierda
parecen carolinas.
Y al llegar al alto del collado, a nuestra izquierda, va apareciendo tímida pero elegantemente el Picu.
Nos gustaría acercarnos lo máximo posible al refugio de
Urriellu, pero lo cierto es que poco después de dejar atrás los invernales y el
refugio de la Terrenosa, el terreno se complica, nos parece bastante delicado
teniendo en cuenta que no llevamos crampones, así pues, sin mayor complicación
ni frustración damos la vuelta y nos acercamos hasta la Terrenosa a comer el
bocadillo y tomarnos una cervecita mientras charlamos con Emilio y Eva.
Y así, sin mas, plácidamente, con muy buenas sensaciones,
desandamos el camino completamente satisfechos.
El domingo, básicamente animados por la soledad de la que
disfrutamos ayer y pensando que probablemente no se anime mucha gente a
compartir nuestra ruta, decidimos partir del mismo punto que ayer, las
invernales de Texu, con dirección al refugio de Aliva. Solo disponemos de la
mañana para raquetear, y pensamos aprovecharla aunque no lleguemos muy lejos.
Cogemos la pista que se desvía a la izquierda antes de
comenzar el descenso a las invernales. El paisaje resulta menos frágil que ayer, más
imponente; no es más que la perspectiva desde el centro del valle cuando
caminas completamente rodeado de montañas que desde aquí parecen inaccesibles.
El sol avanza tímidamente a nuestra izquierda, intentando
superar las montañas que lo ocultan; para cuando nos hemos querido dar cuenta,
esta camino de lo más alto, calentando el valle, la nieve, calentándonos a
nosotros y obligándonos a desprendernos de las prendas de abrigo que llevamos.
E imaginamos,…si cambiamos las bordas por un templo
budista,… ¿quién dice que no estamos en algún lugar recóndito de Nepal?
Dejamos atrás los invernales y vamos ascendiendo paralelos
al río, por la margen derecha hasta que debemos cruzarlo.
En realidad no estamos solos, y nos alegramos, una manada de
rebecos corretea a sus anchas. Es increíble la ligereza y velocidad con la que
brincan sobre la nieve.
Hoy es el reloj quien marca nuestra meta;cuando
lleguemos a la alambrada daremos la vuelta.
Y así lo hacemos, sin preocupación, sin prisas, sabiendo que
hemos cumplido, reconociendo que nuestro plan no era en absoluto ambicioso
montañeramente hablando, pero sí lo era en la necesidad de encontrar un tiempo
sosegado, apacible, un tiempo para tomar aire renovado que nos permita volver a
la rutina con nueva energía. Y si, lo hemos conseguido, sobradamente.
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