El pequeño Gilfert, ubicado en el valle del Inn, en la región del Karwendel, pertenece geográficamente a los Alpes Tux y tiene una altura de 2380 metros. Se encuentra sobre la meseta de Weerberg y en la cima hay una cruz que representa a todas las religiones del mundo.
La idea de su construcción fue en un principio ridiculizada por los lugareños. Sin embargo, en 2008, los propietarios cedieron el terreno para que se llevara a cabo el monumento a la paz. En ese año, se comenzaron los trabajos de acondicionamiento y elaboración de la cruz.
Como muestra de la tolerancia y el respeto mutuo, Herbert Berger Kirchmair diseñó la cruz como un símbolo de la paz. Tiene una altura de 5 metros y la longitud de la barra transversal es de 2,5 metros. En el proceso de su construcción colaboraron conjuntamente funcionarios y presos de la cárcel de Innsbruck, haciendo los trabajos de forjado y construcción de la misma. Alrededor de la cruz se colocaron tres bancos de granito y detrás, en grandes paneles, están representados los símbolos de 9 religiones del mundo. Herbert Kirchmair valoró este trabajo como un signo de la tolerancia, y de contribución a la integración.
En el centro de la cruz, un ave fénix de bronce resurge de sus cenizas y, a su alrededor, los siete símbolos cristianos. Bajo la cruz, dos páginas de un libro, también de bronce, y un dicho filosófico del Maestro Ekhard, traducido a 12 idiomas, nos invita a la reflexión.
Las montañas del Karwendel al amanecer
Llegamos a la cima al mediodía. Sopla un fuerte viento del sur que trae nubes que nos envuelven y nos hacen confundir el cielo y la tierra. En un momento pierdo de vista a mis compañeros y, queriendo escaparme del vendaval, me guarezco bajo una gran roca. Dejo los esquíes y subo los últimos metros andando. En la cumbre y bajo la gran cruz me miran asombrados. ¿Tú andando? Sacamos unas fotos y volvemos sobre nuestros pasos. Me esperan cuando quito las pieles en medio de la tempestad. Meto todo de cualquier manera dentro de la mochila y me deslizo tras la perfecta huella de nuestro nuevo amigo Hans de Weerberg. Él nos guía por palas magníficas, resguardadas, donde se mantiene la nieve polvo. Nos olvidamos de las penurias y nos abrazamos cuando llegamos al valle. Mañana será otro día.
Las pistas nos ayudan a pasar
fácilmente los frondosos
bosques,
ahora bien
cubiertos por el manto blanco
Al fondo el Gilfert
Desde el collado contemplamos el valle del Inn
Hemos regresado de nuevo a este maravilloso lugar que descubrimos en diciembre pasado. Hemos querido compartir con nuestros amigos estos rincones tranquilos y disfrutar con ellos de valles solitarios donde, sin apenas dificultades, podemos ascender a montañas de 2500 metros, sin portar crampones ni piolet.
El viento del sur nos trae nubes creando bellas imágenes
Hacemos una buena huella en la nieve recién caída
Nos dejamos deslizar por la nieve seca y fría del Tirol
Y hemos conocido a gente maravillosa, que nos han enseñado y acompañado en algunas ascensiones. Y otra vez, los lugares y la gente nos han atrapado. En esta ocasión hemos conocido a Maria y Hans Knapp, de Weerberg, que han hecho nuestra estancia mucho más agradable, con su grata hospitalidad. Volveremos sin duda.
Colores del anochecer sobre el Karwendel Gewirge
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