Hemos pasado los primeros días de este año en el Queyras, ese rinconcito de los Alpes que queda un poco escondido y que guarda hermosas perlas a la espera de aquellos que quieran ir a buscarlas. Allí nos hemos perdido durante diez fantásticos días, con un intensísimo frío, luz mágica de invierno, colores increíbles, perfiles que se pierden en la lejanía recortándose sobre otros perfiles que a su vez se recortan contra el cielo… Y soledad en el mundo blanco sobre cuyo manto hemos trazado nuestras huellas.
El Monte Viso, con sus 3841 mts, sobresale omnipotente
por encima de las de las montañas de la zona
Algunos pueblitos trepan por las laderas de las montañas,
otros se asientan en los remansos de los valles altos
Las nubes se van rompiendo,
el sol hace brillar la nieve y los colores aparecen de nuevo
Con un rítmico y constante deslizar de los esquíes
ascendemos hacia las cumbres que rodean el pueblo de Ceillac
Desde el Pic de Longet podemos contemplar más y más montañas,
algunas ya conocidas, otras aún pendientes de esquiar
En la cabaña estábamos a -15º.
Salimos con el cuerpo entumecido por el frío
y agradecemos el calorcillo del sol que nos revitaliza de nuevo
Nos perdemos en este mundo solitario
que nos da la oportunidad de disfrutar
de fantásticos amaneceres y atardeceres
Perfiles que se recortan sobre otros perfiles,
que a su vez se recortan contra el cielo...
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