lunes, 1 de septiembre de 2014

Peña Candina. De la mar, ¿el mero? y de Sonabia, al cielo - Mati Sanz Rebato


Buciero y La Peña desde Peña Candina

Ya no sé qué tipo de horario llevo. Son las seis de la tarde y estoy haciendo la comida fuerte del día. ¿Horario inglés, quizá?.

Bueno, me ha dicho mi crítico más voraz, ese que no me pasa ni una, que no meta referencias privadas en estas batallitas que escribo; "que queda muy ñoño, que hacen perder el hilo conductor y que son incomprensibles para cualquier lector ajeno a mi vida personal"(sic). Así que, al menos, lo voy a intentar. Pero se me va a hacer difícil. Porque, a ver, si ya para empezar tengo que decir que la primera vez que subí a los Ojos del Diablo, de Peña Candina, tenía yo la tierna edad de 16 años. Sí, sí. Anda que no ha llovido nada. Y además, debo añadir que aquella primera vez subí dos veces en el mismo día. Y es que tenía yo por entonces un novio al que le gusta mucho el fútbol; y encima, era practicante. 


El ojo izquierdo

Vistas desde el ojo izquierdo

Estábamos de acampada libre cerca de la playa de Sonabia y, para que no se me hiciesen eternas las largas esperas a que terminasen los dichosos partidillos, se me ocurrió aquel día subir hasta aquel precioso agujero que me retaba desde lo alto. Solo veía uno desde mi posición y tengo que reconocer que, debido a ello, solo visité en aquella primera vez uno de los dos Ojos.

El caso es que subí, todavía no sé muy bien por dónde, porque entonces aquello no estaba como ahora. Era zona salvaje y recuerdo que en un momento dado me atrapó el abismo. Superé el trance dignamente, en solitario, un poco acoquinada por la experiencia pero cuando llegué a aquel precioso mirador me sentí muy requetebién.

Desde la playa solo se ve un ojo

El caso es que bajé de nuevo a la tienda de campaña y, el futbolero, al terminar el partido y contarle yo que había estado allá arriba, quiso subir también él. Pero ya. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy y, si no te apetece, pues me da igual.

Y desde aquella primera doble ocasión, había estado alguna otra vez en Peña Candina y visitado los Ojos (que ahora ya sabía que eran dos) pero no había vuelto a subir desde la playa. 

El caso es que, mira tú por dónde, puedo presumir de haber sido una pionera en hacer este tipo de chaladuras. Desde la arena de la playa hasta lo alto del monte. Aunque sea una tachuela que no llegue a los 500 metros a mí no me vengas tú quitando méritos, oye.

Cogiendo altura

Hoy en día el camino está muy pisado y, además, unas flechas rojas te llevan cómodamente hasta una plataforma en la que debes elegir entre seguir para Liendo y Laredo o echarte monte arriba. La decisión en mi caso estaba muy clara desde el comienzo y tiro decididamente, siguiendo hitos ahora, hasta alcanzar mi primera cumbre del día: Salpico, 486 m. Me encuentro allí con Lulu y hablo con ella del Rubio que se ha quedado en su casa por causas mayores, es decir, vivir con un fanático del gimnasio en vez de con una amante del aire libre.

Salpico y Lulu

Me despido de Lulu prometiéndole que volveré otro día con el Rubio para que se conozcan y me voy hasta la cima de Peña Candina, de 489 m, techo del día de hoy. Pues ya está y sin darme importancia. Desde la arena a lo más alto. Una moderna gladiadora.

Pero mi objetivo no es ese sino ese antifaz de piedra soberbio que son los Ojos del Diablo. Así que sigo las marcas de GR y me voy hasta el cruce donde se divide el camino. La bajada a la carretera, comienzo de excursión para muchos; y el senderillo que me lleva a mi meta.

El pétreo antifaz

La recompensa es muy grande. Primero un ojo; luego el otro, Y vuelta al primero. Y guasap (mucha guasa) a los pobres que ya han empezado a trabajar para fastidiarles todavía un poquito más el día. Joé! ¡Qué maravilla!.

La ballena a través del ojo que se ve desde la playa

Playa de Oriñón y pueblo de Sonabia

Mirando al mar soñé

Toca bajar. Completar un circuito recorriendo los mismos primeros metros que a la subida para terminar de nuevo en la playa. Y el premio de un baño en el mar... hasta que los dedos se me arrugan y me decido a salir.

Playa de Sonabia

Pues, no. Para el montañero, de la mar las riquísimas sardinillas que nos solemos comer en bocata cuando llegamos a la cima. Nada de mero.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Fotazas!!!!
Que dure un poco más el verano! Que yo también quiero hacer eso!!!

Anónimo dijo...

La materia prima (el paisaje) es de primera calidad; los medios (la cámara y la fotográfa), mediocres; para qué nos vamos a engañar.

Las fotos están tal cual, es decir, sin retoques posteriores, así que puedes ir sin miedo a llevarte un chasco. No como lo que les ha pasado a quienes han visto a Ana Rosa Quintana en su directo desde Gaza.

Gracias por el cumplido y por participar. :)

Anónimo dijo...

Qué sorpresa encontrar este articulo, coincidimos en la cima del Candina y después en los ojos... Las dos chicas que andabamos por alli de "paseo".
Muy ponito el reportaje, la verdad que nos hizo un día estupendo.
Es un monte que merece la pena visitar.
Agur Bat

Anónimo dijo...

El mundo es un pañuelo. Me acuerdo perfectamente de vosotras. Cuando os vi empezar a caminar, desde el parking de la iglesia de Sonabia, supuse -con acierto- que nos encontraríamos más tarde por aquellas alturas. Os tengo "capturadas" en una foto, y me alegra mucho este feliz reencuentro.
Muxu pottolo bat

Robín García Saiz dijo...

Matilde no mal dijo : ""tengo que decir que la primera vez que subí a los Ojos del Diablo, de Peña Candina, tenía yo la tierna edad de 16 años.""

La primera vez que yo lo he subido, tenía ya la "anreit" palíndroma edad de p(16) - 1, siendo p(n) la función que a un número natural n le corresponde su palíndromo, que solemos llamar capicúa.
Yo tenía 61 - 1 = 60 años, la primera vez. Y recuerdo que subí solo y con miedo al desnivel hacia el mar, por inexperiencia y por las dudas de si era la ruta adecuada hacia la cima o bien un sendero Heideggerdiano que bien pudiera no llevar a ninguna parte.

El tiempo, amiga, es un palíndromo inmutable que se ríe de nosotros. Y hace bien.