Desde la entrañable habitación…
Prados extensos y verdes alrededor de una vieja casa,
actualmente utilizada como refugio, pero con una larga historia entre sus
muros. Sus habitaciones de madera nos acogieron después de un cansado día de
travesía de verano. Todo en ella transmitía ecos montañeros, su torcida
escalera ascendía hasta el piso superior en el que unas literas con gruesos y
coloridos edredones invitaban al descanso. Apetecía permanecer en ella
asomándose a la ventana, compartiendo las vistas que los antiguos moradores
tendrían, en cualquier descanso de su duro trabajo.
Vistas magníficas desde el lugar
(a la derecha se asoma el Mont Blanc)
Allí conocimos a su actual dueña, con la huella de la
montaña en el rostro. Había vivido desde los 11 años en aquel lugar, lo llevaba
dentro, aunque desde hacía unos cuantos años pasaba el duro invierno en el
Valle. Día a día sus palabras después de la cena llenaban ese almacén donde se
alojan los escasos conocimientos montañeros que teníamos todos los que por allí
pasábamos. Ahora estará en el Valle anhelando volver a su hogar cuando comience
el buen tiempo, de nuevo.
Desayuno con vistas
Personas como Arlette hacen que cualquier fin de día
de travesía, de tantos y tantos que tenemos atesorados de
nuestras aventuras montañeras, te marque de una forma especial. Fue la noche
que mejor dormí bajo aquél cielo estrellado, en aquella bonita habitación llena
de recuerdos, sobre la litera de arriba acurrucada bajo el edredón y mirando
por la ventana la sombra del Mont Blanc.
El refugio de madera nos acogió después de una dura etapa
Refugio Moede d’Anterne en el parque natural de las Agujas
Rojas de Chamonix. Lugares y gente que dejan huella.
Cadena de los Fiz y Lago Anterne.
Paisajes inolvidables
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