lunes, 2 de diciembre de 2013

El prisionero de Atxondo - Matilde Sanz Rebato



El prisionero y el mugarri (Atxondo)

Todos los que gustamos de andar entre hierba y barro comprobamos continuamente que cada vez hay más puertas en el monte. Puertas de forma diversa. Unas más fáciles de traspasar que otras. Las hay de madera, metálicas, de alambre en forma de red, de alambre y pinchos, incluso hechas con jergones viejos. Unas se abren, otras te permiten pasar rebasándolas por encima y otras son casi infranqueables; han dejado de ser puertas para convertirse en fronteras.


Aprovechando una ventana de buen tiempo, que dirían los avezados himalayistas, me acerqué a Lendoño de Abajo, paraje perteneciente a la Junta de Ruzábal*, en un entorno privilegiado rodeado de altivas cimas y encantadores puentes. Con un librito en la mano que narra el magnífico trabajo llevado a cabo por las gentes del lugar para conservar su rico patrimonio, empiezo a andar aguas abajo desde la iglesia y casa torre de Elexalde, disfrutando de una temperatura himalayista -1 grado bajo cero- con el cielo azul brillante y nieve en las cotas más altas. 

Puente de la Mala Pasada

Debo llegar hasta la última casa. De allí alcanzo pronto el arroyo Sagartza y ya tengo a la vista el rústico, y casi de cuento, puente de la Mala Pasada. Continúo por la margen derecha, me adentro en el Encinal después de pasar el primer cierre del día y sigo el camino que me llevaría a Saratxo; pero antes de una curva debo dejarlo y hacer un giro casi en redondo para salir más tarde a un claro: el Cuadrón del Maestro. 

Voy ahora hacia el sur hasta el cierre, el segundo del día, y continúo por un bucólico sendero entre muros y encinas que me llevan al cruce con el camino de Uriaga; camino que viene directo del cercano barrio de Uria. Sigo en ascenso; no tengo que andar mucho para encontrar otro cierre a la derecha, puerta de entrada al colorido y otoñal hayedo de La Dehesa. Es muy recomendable franquearlo y seguir la senda para llegar al cordal y punto más alto de La Dehesa -cosa que yo hice- pero eso no entra dentro del relato. 

Ejemplar de encina

Siguiendo el camino de Uriaga llego a un colladito con otro cierre metálico a la derecha y al otro lado del cierre un depósito verde, con ruedas. Pero, ¡atención!, a la izquierda, fuertemente custodiado por alambres y bajo la sombra de unas encinas, con la única compañía de un mojón que señala el límite de los territorios históricos de Orduña (Bizkaia) y Amurrio (Alava), está prisionero un pequeño y simpático montañero. Sirve de buzón y fue colocado el pasado 2012 por unos vecinos de Saratxo en este bello paraje, conocido también como La Peña. Los cierres de alambre le tienen completamente rodeado pero él parece alegre; se siente querido. Es de color dorado; tal vez por eso le han rodeado de alambre de espino, para que nadie se lo lleve creyendo que es de oro.





Acércate a visitarle y no dejes de entrar al precioso encinar por el cierre que habrás dejado atrás, un poco antes de llegar al alto. Encontrarás bellos ejemplares de encina y las vistas desde la ikurriña, colocada al borde mismo de La Peña, completarán tu visita al "prisionero de Atxondo".

Borde de la Peña

Por cierto, ¿has contado las puertas que me he encontrado?.


* La Junta de Ruzábal se encuentra en la parte noroccidental del municipio de Orduña y está formada por cuatro aldeas: Lendoño de Arriba, Lendoño de Abajo, Belandia y Mendeika. El nombre de Ruzábal viene del lugar donde, “bajo un roble”, se reunían los representantes de las aldeas en Concejo abierto.


1 comentario:

Mi ángel de la guarda es un pringao dijo...

Naufragaba una época de algo más que óxido y burbujas de metano en la ría y ellos sobrevolaban el Bocho por encima de las b@las de cojinete lanzadas con tirachinas, desde una buhardilla con bajo y principal sin ascensor, que hacían de un 4º una sesión de stepper gratuita, y de un 15% de interés hipotecario, una dieta en la que el único milagro era sobrevivir. De magia calificó él que ella lograra ocultar en tan pocos metros durante tantos días la bici que le regaló para su cumpleaños. Por no hablar del dinero que le habría costado. Una híbrida muy mirada, cuando se empezaban a conocer las mountain bikes ¿no se estarían equivocando con la talla de las ruedas?, que sirviera para todo, para una ciudad en que los atascos diarios no dejaban pensar a nadie en su sano juicio en hacer sitio ¡A BIDEGORRIS! y también para rular por el campo como se venía haciendo en las pruebas de ciclocross, robusta, que durara para siempre (con los arreglos que fueran oportunos, por supuesto), cuando ya se veía que los tiempos estaban cambiando.

Unas pocas sesiones de spinning urbano fueron suficientes para acometer la vuelta a todo el circo de Orduña desde Lecamaña, en la que aparecía remarcada la senda de Lendoño de Abajo a Saracho al final de la misma, en un recorrido en que se respiraba fundamentalmente aire.

En la distancia me pregunto si la persona que regala alas es consciente de sus consecuencias. Y en cuántas aficiones alpino-escapistas se ven impulsadas por bochos físicos o no tan físicos. Al fin y al cabo el paisaje es también carácter, motor para el personaje.