Antes de empezar las vacaciones hemos quedado con Jon y su hijo Josu para subir
al Txindoki por una ruta elegante, elegante: su arista Oeste.
Pensé que no podía escalar peor que aquel día en la Pany-Haus al Pisón (Mallos
de Riglos), donde después, mientras cenábamos en el refugio, comentábamos si no
sería la técnica del Ramonage, el pisarle la cabeza a Gabi, cuando me quedé
colgada en uno de los largos sin poder salir de allí de ninguna manera.
Colgadísima!!!! En las reseñas ya lo decía: no caerse ahí!!!! Como de espaldas
era ya imposible salir, hice una pequeña variante de tal técnica..... En esas
paredes aprendí truquillos varios con los cordinos que luego, un tiempo
después, pondría a la práctica. Pues sí, sí se puede escalar peor y lo hice en el Txindoki.
Después de dos años sin ponerme los gatos, porque escalar esa arista sin ellos a
esas alturas de mi decadencia, ni se me pasó por la cabeza. Vamos a añadirle, también, una finita capa de humedad a los pasos más técnicos y comprometidos y
ya tenemos un cócktail lamentable.... pero nada que, con un poco de maña y unos
cuantos cintajos bien echados, pudiera tirarme para atrás.
El tiempo previsto es bueno, pero parece que la niebla se
niega a dejarnos. Las telas de araña que encontramos, son como finos collares
de perlas que adornan el sendero, haciéndome olvidar por un momento que he ido
a hacer allí.
Subimos por un sendero inexistente y tomamos la directa
cuesta arriba en busca del inicio de la arista. La niebla viene y va, parece
que es algo muy típico en estas tierras.
La hierba está tan mojada que me ha calado las botas, tengo
los pies empapados. Trepamos un poquito más y ya estamos listos para ponernos
los cachivaches que llevamos a la espalda.
Empezamos el primer largo importante de la cresta, un diedro
de IV bastante desgastado que, el insistente secado con el puño de mi camiseta,
no volverá más adherente. No recuerdo bien como se salia de un atolladero así
elegantemente, por lo que, en cuanto puedo, me hago un estribo y continúo
escalando, intentando entorpecer lo mínimo al resto de mis compañeros. El segundo largo es mucho más sencillo. El tercero, un
precioso IV muy aéreo pero seco, que me hará recordar porque me gusta escalar. Los siguientes largos, pese a la humedad, los disfruto bastante. III,
III+, IV-.... Es una gozada poder andar enredando por ahí arriba. Preciosa montaña que nos permite dar un paseo por encima de
las nubes.
Todavía nos quedan algunos tramos más sencillos sobre hierba
húmeda y superar el largo que creo más difícil, el octavo. Un IV+ que
teniendo en cuenta lo pulida de la superficie y las chorreras de agua que
bajaban justo donde estaban las presas clave, yo le daría algo más de
graduación. Continuamos nuestra actividad por entre rocas y hierba, cabalgando entre
trepadas fáciles y algún que otro paso estrecho y empinado que me harán
preguntarme como puede uno subir sin resbalarse por entre un revoltijo de
hierba y barro, tan habitual por estas latitudes.
Parece que no tan sencilla la actividad, tal vez subestimé
ese tiempo indolente demasiado a la ligera y con más resoplidos de los que me
habría gustado, llegué a la cima de tan hermosa montaña. Un momento lleno
de alegría que compartir con mis compañeros. Bajé con el corazón lleno de grandes propósitos y mejores
intenciones para retomar nuevamente algo que me entusiasma.
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