Después de los sobresaltos del día anterior, decidimos tomarnos los siguientes días con tranquilidad.
Y fueron días de calma, como de vacaciones de verano en Pirineos. Con Montañas que nos regalaban la tranquilidad de no tener que caminar por masa glaciar. Nos levantamos tarde, ya cuando el sol calentaba la tienda por dentro. Desayunamos sin ninguna prisa, charlamos un rato con nuestros vecinos de tienda, y cuando ya no tuvimos otra cosa que hacer, nos calzamos las botas y comenzamos a caminar.
Los senderos de ambas cimas serpentean como líneas subrayadas sobre las laderas y las pedreras. Y una vez alcanzada la cima, pudimos sentarnos en sus rocas caldeadas por la ausencia de nieve y el sol, y estar. Todo el tiempo del mundo, estar. Viendo los colores de las tierras, del altiplano, de las lagunas y de los hielos vivos de los glaciares desnudos de las Montañas cercanas. Estar, siempre bajo la elegancia del Condoriri, que se eleva por encima de todas las cumbres con las alas bien abiertas.
eider elizegi telletxea
http://vagamontanyas.blogspot.com/
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