Mucha gente del mundo de la montaña la considera la mejor alpinista del siglo XX. Su calidad técnica, su independencia y autosuficiencia al enfrentarse a los retos, sorprendieron a los alpinistas que la conocieron. Se ganó su respeto trabajando durísimo en las expediciones que compartió con ellos o en las que organizó con otras mujeres. Su entrega y espíritu de sacrificio eran excepcionales, su resistencia física y mental, asombrosas.
En el Himalaya se propuso alcanzar los catorce ochomiles, enfrentándose a la montaña de una manera limpia y exigente. Al principio formando parte de expediciones masculinas o totalmente femeninas, después en solitario.
Con Lilliane Barrard y Barbara Kozlowska
-En octubre de 1978 se convierte en la tercera mujer (primera europea) en alcanzar el Everest.
-En julio de 1985, junto con Krystyna Palmowska y Anna Czerwinska, forma parte del primer equipo femenino que llega al Nanga Parbat.
-En junio de 1986 es la primera mujer que llega a la cumbre del K2, junto a Lilliane y Maurice Barrard, que murieron en el descenso.
-En setiembre de 1987 llega a la cima del Shishapangma, con Elsa Ávila y Carlos Carsolio, entre otros.
-En julio de 1989 asciende al Gasherbrun II, con Rhony Lampard.
-En julio de 1990 sube al Gashebrum I, con Ewa Panejko-Pankiewicz.
Se la vió por última vez el 12 de mayo de 1992, cuando intentaba el Kanchenjunga, a 8300 metros. Iba sola hacia la cima y caía una fuerte nevada. Hubiera sido su noveno ochomil. Su historial es realmente extraordinario para la época que le tocó vivir. Aún así, lo más respetado en ella fue y es su radical independencia, su pasión por la montaña. Se propuso demostrar que los grandes retos eran también territorio para las mujeres. Su ejemplo lo deja claro: lo son, para mujeres como ella.
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