Este fin de semana nos planteamos viajar hasta la cordillera cantábrica para conocer la otra vertiente de la cordillera, en esta ocasión la que hace frontera entre Burgos y Cantabria y ascender al Castro Valnera, el punto más alto del sector oriental de la olvidada Cordillera Cantábrica.
Aparcamos la furgoneta al comienzo de la pista que lleva hacia el Bernacho justo al atravesar el puente del río Lunadas. Recorriendo los 3 km de pista de tierra y rodeados de las antiguas cabañas y los pastos que en invierno poblaban los antiguos pastores, quizá maragatos y agotes, vamos poco a poco frenando nuestro ritmo frenético de entre semana para sumergirnos en otro mucho más lento, el del fluir de la naturaleza. Rodeados de verdes prados, comentando lo maravilloso del lugar, llegamos sin darnos cuenta a un desvío que en la última curva antes del final de la curva nos adentra en un mágico bosque de hayas.
El sendero asciende paulatinamente entre hayas, brezos y serbales, hacia el collado de la Canal (1432 m). Al rato salimos a terreno despejado donde el brezo predomina y donde nos envuelve un aroma que no sabemos identificar que planta nos regala.
Llegados al collado, divisamos a nuestra izquierda la Cubada Grande, a la derecha Castro Valnera y enfrente la que será la primera cumbre del día, el Pico la Capía (1509 m). Nos fijamos en el punto donde sale la ruta que asciende a Castro Valnera para luego no equivocarnos y tras cruzar el lecho de un riachuelo, quizá un afluente del río Trueba, comenzamos sin senda el empinado ascenso de esta cima herbosa. Desde su cima divisamos la caída de espectacular hacia el valle de Carriedo y del Pas divisando en la lejanía el mar. Ha merecido la pena.
Volvemos por nuestros pasos hacia el cruce donde comienza la ascensión hacia la segunda cima del día Castro Valnera (1718 m). Guiados por las marcas amarillas que nos llevarán hasta la cima disfrutamos lo que las nubes nos dejan de este valle glaciar, admirando los precipicios que nos dejan boquiabiertos. Pero el destino no nos dejará hacerlo por mucho tiempo. Poco a poco la niebla que forman las nubes no envuelve dando a la ascensión un encanto difícil de explicar. Siguiendo los hitos y las marcas amarillas tras una pequeña trepada justo antes de la cima llegamos al punto culminante de este sector de la Cordillera Cantábrica. Una pena que llegados a este punto no tengamos las vistas espectaculares que ansiábamos, mais c’est la montagne.
Tras una frugal comida, que frío......, decidimos intentar hacer una circular para volver a la furgo recorriendo el cresterío que baja hacia el Alto de la Pirulera (1517 m). Las nubes entran y salen y poco nos dejan ver salvo la negra tierra que pisan nuestros pies. Al llegar al alto el cielo se despeja, grandiosa panorámica, lo que nos anima a subir hacia la herbosa cimilla de la Peña los Llares (1549 m). Ahora sí el valle de Miera aparece bajo nuestros pies y localizamos las sendas que el pasado mes de enero nos cautivaron. De frente el Pico de la Miel nos invita a que le visitemos. Discutimos el itinerario a seguir y dirigimos nuestros pasos hacia el Alto la Piluca desde donde iniciamos la ascensión hacia la última cumbre del día, estos chicos no se cansan nunca.......... Localizamos el desvío por el que deberemos bajar, por si las nubes bajas nos envolviesen otra vez y para arriba.
La ascensión se empina a tramos y de nuevo entre la niebla llegamos a lo que pensamos es la cima del Pico de la Miel (1573 m). Tampoco esta vez tenemos suerte ya que niebla no nos deja ver nada y nos despedimos con un “hasta pronto” de las cimas.... la próxima vez lo intentaremos con mejor tiempo. Ya sólo nos queda avanzar a media ladera entre brezos y argomas, cruzando algunos grupos de hayas para en suave descenso llegar a la pista que recorrimos hace ya algunas horas. Mucho mas tranquilos y llenos de energía llegamos a la furgoneta. Las cimas ya se han ocultado bajo la niebla que forman las nubes. Ha sido un día perfecto. No nos hemos mojado y hemos descubierto otro lugar de ensueño........
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