Bellísima
sinfonía de corcheas y semicorcheas en forma de grapas, puentes tibetanos, rocas, gaviotas, brisa de mar, un sueño de
ferrata. Insuperable y mi enhorabuena al artista que ha diseñado este camino
equipado.
Estuve todo el
año pensando en esta ferrata, con el “pre” que también es agradable. Evitar el
fin de semana porque se masifica, que haga buen tiempo para disfrutar de la
calidez en el mar mediterráneo, poder librar del curro. Ya puestos a desplazarse, pedir
lo mejor. Está un poco lejos de Vitoria, la verdad, pero era un capricho y desde
luego merece la pena. Mayo del 2017 fue el mes elegido, ¡todo un acierto!
Desde que
empieza está de lo más entretenido, los cinco puentes no te dejan respiro, las
gaviotas revoloteando, el olor a mar, el color de la roca…como diseñado
expresamente para gozar de la altura. Destrepes, desplomes, paredes…todo lo que
un ferratero puede soñar. Y en su justa medida, es una K3, con a penas
dificultad pero prestando atención, claro, como debe ser.
Algunos dicen
que es para hacerla dos veces, una a la mañana y otra al atardecer, seguro que
tienen razón…
No tiene
desperdicio ningún rinconcito: intentas disfrutar a tope de esta
experiencia con seguridad, sin prisas y sabiendo que este lujo es irrepetible,
aunque dura no más de 2 horas y media.
La zona es una
maravilla, el paseo de Ronda que bordea la costa es una buena excusa para
volver a ver la cala Molí, ya sin casco ni arnés…sólo a hombrecillos colgados
de la roca.
Esta vez, la
realidad supera a lo imaginado y, a veces, ¡los sueños también se cumplen!
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