La operación la dirigió el Dr. Illarramendi, experto conocedor de la anatomía y las entrañas de las Montañas.
Emprendimos la intervención a las 12:00, cuando dejamos de ser eruditos friegaplatos y limpiamierdas para convertirnos en un experto grupo médico de las piedras. Puesto que nosotros vivimos a la altura del corazón, localizamos la aorta de la Montaña y nos colamos en su torrente. Sumergidos en el flujo del viento, o sangre de la Montaña, avanzamos respirando a bocajarro sin habernos lavado las manos, sin guantes de látex ni escafandra aséptica.
En un determinado punto de la arboladura arterial, el Dr. Illarramendi decidió abandonar la aorta y atajar en dirección a la cabeza (del Casco o la Montaña precavida) por un capilar secundario difícil de reconocer.
Así, atravesando en diagonal el omóplato, llegamos rápidamente hasta el huequecito que la clavícula de la Montaña dibuja junto a su cuello.
Ya de paso, aprovechamos para comprobar la consistencia de los cartílagos articulares que nos encontramos por el camino.
Una vez en el cuello, improvisamos una travesía horizontal bordeando en espacio entre el cuello y la cabeza del Casco para localizar la entrada al oído: tal vez después de dormir todo el invierno, la Montaña tenga los oídos sucios. A eso acudíamos precisamente, a limpiarle la cera y la piel descamada, a realizarle una revisión auditiva y lavarle los conductos auditivos a la Montaña.
El Dr. Illarramendi comprobó que el oídos derecho se encontraba perfectamente abierto, con los conductos limpios y transparentes.
Así que nos dirigimos hacia el oído izquierdo.
Nos costó encontrar la entrada hasta la cóclea. Nos adentramos en el conducto externo y atravesamos el tímpano, que se oponía tan solo como una leve y fría nata coagulada entre la luz y la oscuridad del agujero. Recorrimos las espirales del caracol de la cóclea. Cuando trepábamos en vertical por el orificio de paredes que rezumaban moco y humedad, agarrándonos al estribo y el martillo, a mí, como siempre, me entró el vértigo: pero el Dr. Illarramendi y sergi me ayudaron a subir.
Encontramos el orificio del oído interno ligeramente obstruido, así que pasamos a su través para quitarle las telarañas con nuestras manos y nuestros pies.
Como la salida del oído nos situó ya muy arriba, en la sien de la Montaña, decidimos aprovechar la ocasión y seguir subiendo para completar la revisión médica.
Con pasos ágiles y certeros, el Dr. Illarramendi alcanzó fácilmente la coronilla de la Montaña, y se asomó a sus pensamientos y sus emociones: todo en paz, todo en calma, todo bien.
Aquí, el equipo médico al completo:
eider elizegi telletxea
http://vagamontanyas.blogspot.com/
1 comentario:
como siempre, una una muy agradable sorpresa; te cuesta verlo o te sale solo? lo piensas mientras realizas la actividad o delante del ordenador? no hace falta que contestes, que siga siendo un misterio!
esti
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