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Monte Candina, playa de Oriñón con la desembocadura del río Agüera y playa de Arenillas |
No sé cómo salí
viva de aquélla, pero aquí estoy para contarlo. Hasta en un par de ocasiones me
oí a mí misma jurar como un carretero, ¡estoy hasta los huevos de esto! Yo que
soy toda una señorita. E incluso llegué a desear romperme una pierna para que
fuese el helicóptero a rescatarme y salir de aquel infierno. Es verdad. No
miento. Pero él iba
feliz, enseñándome sus tierras. Le dije que pensaba yo que habría descubierto
un buen camino por el que llegar a las cimas y no aquello con lo que me estaba
encontrando. Y me contestó, muy entero, que
allí todo es así.
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Peña Islares desde la playa de Arenillas. |
Ya el comienzo
resultó de los de hacer época. Entramos por un sitio que difícilmente
encuentras a no ser que lleves un GPS o a un apache que te guíe. Quiso,
después, continuar por una zona tiesa que terminaba en un muro impresionante,
pero que él presumía franqueable. No me resultó demasiado difícil convencerle
de lo inverosímil de su idea. Y él mismo decidió no improvisar y seguir por
terreno ya explorado con anterioridad. Llegamos a lo alto de la peña Islares,
pero no contento con ello quiso recorrer la cresta, en descenso, para llegar al
extremo que daba al abismo. A medio camino le dije que yo por allí no seguía.
Que si quería llegar él al final, yo le esperaba allí mismo. Una cresta con
rocas como cuchillas, aderezada con agujeros ocultos y brotes de encina y
coscoja. Así dicho parece un plato de alta cocina y, sí, era la pera limonera.
Alcanzamos después el pequeño collado que separa la peña del Pico Islares.
Recorrimos su entretenido cordal y llegamos a lo que parecía un claro o limpio, que dicen los aldeanos.
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Peña y Pico Islares. |
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Cordal del Pico Islares (377 m) |
Un
tramo de camino de fácil andar. ¡Pero qué poco duró lo bueno! y el caso es que
la culpa fue mía. Se me antojó atractiva la cumbre que teníamos de frente:
Colmeno, y lo que parecía un monte de hierba era otra trampa de roca, agujeros
y coscoja. Tan malo de subir como de bajar, a pesar de haberlo hecho por sitios
diferentes. Entramos después en un precioso bosque de viejas hayas y robles.
Pero él no sabe lo que es pisar senderos. Le gusta llegar por el camino más
corto, sin importarle lo que se le ponga por delante.
A estas alturas
de la incursión los daños eran ya cuantiosos. Moratones en las piernas, a pesar
de llevar pantalones largos, y arañazos sangrantes en brazos y manos. La cima del Pico las Doce es una roca
individualizada. Una trepada por buena roca, con agarres buenos y romos, lo
cual no deja de ser increíble en la zona. Le pedí sopitas, no obstante, porque
donde no hay nada él ve escalones. Y donde no hay traza de sendero alguno, él
ve caminos. De ahí le viene la raza al galgo. De ahí que sea el Apache.
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Colmeno (433 m) |
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Destrepando el Pico Las Doce (593 m) |
Seguimos por el
cordal, yo andando con pies de plomo y avanzando de forma patética –como así lo
atestiguarían los datos del GPS-, cuando me soltó que nos quedaba lo peor. Y
como lo dijo en más de dos ocasiones, fue cuando pensé yo que igual mejor si me
rompía la pierna para salir en helicóptero de aquel infierno. Pero cuál sería mi sorpresa al ver que lo que
él tanto temía, aquello que iba a ser lo peor de la jornada, no era sino la
invasora e inocente Hierba de la Pampa. Ha colonizado de tal manera por donde
tuvimos que pasar que ha convertido el paraje en una auténtica jungla. Porque a
este apache que no le echa para atrás terreno abrupto ninguno, le dan pánico
las prácticamente microscópicas garrapatas. Y si el lapiaz más inhóspito supone
para él un camino de rosas, por evitar unos helechos es capaz de dar el rodeo
que haga falta.
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¡¿Escalones!? |
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La invasora Hierba de la Pampa con el Apache emboscado en ella. |
Al finalizar,
estando él con las gafas puestas enfrascado en la búsqueda y captura de
garrapatas, le dije que conocido ya el terreno no volvía a visitar la zona ni
de palo. Pero debo de ser una mujer muy fácil porque solo hizo falta un guasap
suyo para que, a los dos días –de calendario, palabra-, ya estuviese metida de nuevo en el macizo. Y
no para visitar cuatro cimas, sino para dar merecida cuenta del resto de cotas
que nos habíamos dejado: 8 más, para ser exactos. Los Mazos, Pico La Gallina, Campo Los machos,
Parapastores, Pico El hombre, Hoyo Llanzomo y la joya de la corona, Cerredo. Y
dirás, pero si solo cuento 7. Ya, ya, pero es que de propina subimos a una cota
con altura (606 m), pero sin nombre.
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Pico del Hoyo Llanzomo (433 m) desde Los Mazos (449 m) |
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Pico La Gallina (576 m) |
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Campo Los Machos (617 m) |
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La cota de 606 m y Cerredo (644 m) |
Gracias, Apache,
por ser mi guía en tus tierras.
1 comentario:
https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=19605843
Y unas breves notas sobre Montes Marinos.
https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=19238734
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