El tejo y Peñota (1126 m)
Ayer tocaba el Valle de Ayala, a una distancia discreta de casa. Que para lejos, ya nos fuimos el otro día el Rubio y yo hasta La Tesla. Hay veces que los descubrimientos al hacer el camino cobran mayor importancia que el fin que se persigue. La meta era el Pico de Quintana. Decepcionante en sí porque es el típico monte que en vez de subirlo lo puedes bajar. Depende de donde inicies la andadura.
Pero vayamos por partes. La gente de Artziniega organiza anualmente una marcha en el mes de febrero. Sinceramente, el mejor nombre para denominarla es “la marcha del barro” porque define a la perfección lo que te vas a encontrar sobre el terreno. Barro, barro y más barro. Nada que comparar con las vistas que suelen ser estupendas. Es una marcha gratuita de esas que te hacen pensar en por qué unos pueden dar tanto a cambio de nada y otros te piden tanto a cambio de poca cosa. La organización, exquisita. Y no solo me refiero a la riquísima morcilla de Artziniega que te regalan en forma de pintxo caliente al final de la caminata, sino a la gente que se preocupa de que todo salga perfecto. A pesar de no tratarse de una marcha regulada, todos los puestos de control estaban cubiertos con personas amables y atentas. En fin, no voy a seguir echándoles flores porque no acabaría.
El caso es que estas marchas organizadas casi siempre me dan ideas. Me pongo sobre el mapa a ver su recorrido y encuentro cotitas aquí y allá, cimas humildes y olvidadas, pequeñas en altura pero grandes en sugerir proyectos. Y, así de fácil, ya tengo plan para otros cuantos días.
Pico de Quintana, 391 m
Bueno, pues una vez de casi descender al Pico de Quintana, y subir Coronillas, bajé en busca y captura de La Roza, a orillas del Arroyo Agüera. Cualquier tiempo pasado fue mejor en este pequeño rincón. Todo está en ruinas y prácticamente abandonado.
La Roza
Continúo el curso del arroyo porque quiero llegar hasta el punto concreto por donde cruza estos parajes “la marcha del barro”. Y me encuentro con las ruinas de un molino de agua. ¡Bien! Esto sí que hace que la salida merezca la pena. Sigo bajando hasta llegar a la Fuente de la Fragua que tiene una manguera como okupa.
Arroyo Agüera
El molino de agua
El resto del sendero hasta la carretera que une Artziniega con el puerto de Angulo ya lo conozco de otras veces. Así que vuelvo sobre mis pasos que -aun no siendo mi opción favorita desandar el mismo camino- es mucho más placentero el sonido del agua que lleva el arroyo que el de los coches por la calzada.
Fuente de la Fragua
Vuelta al coche. Me espera la cascada de San Miguel y su cueva. Todo un lujo recorrer estos paisajes un día entresemana. Dejo a un lado la opción de la lobera y avanzo por cerca del acantilado, con los puestos de caza como silenciosos acompañantes. Solo rompe el silencio el bramido del agua… y el dichoso guasap. Los Cromagnones intentan hacerme pagar cara mi deserción y envían fotos de su salida; yo les devuelvo la envidia en forma de cascada. Y luego quito la opción de datos para poder seguir tranquila.
Cascada de San Miguel
Me acuerdo del Rubio que hoy no me acompaña. Casi mejor, me digo, porque con lo cagueta que es, no sé yo para cruzar la cascada y subir por esa pindia ladera.
Pero, ¡mira tú por dónde!, el que me va a dar un susto hoy es el sufrido hippy. Y no será el primero, que ya casi le pierdo en un par de ocasiones, pero esta ocasión ha sido más angustiosa. Le he visto caer rodando por la ladera. Daba botes como una pelota y he presentido lo peor. Bajo en su búsqueda. Yo también resbalo debido a la larga hierba tumbada. Y paro, sí, pero no en el sitio que caigo sino algo más abajo. Y me hace pensar en lo breve que puede ser todo. Bajo, subo; bajo, subo, así hasta cuatro veces recorro como un sabueso el tramo por el que se ha precipitado mi querido compañero. Cuando definitivamente me doy por vencida, le veo mucho más arriba de donde me lo esperaba. Eufórica, incluso le doy un par de besos en su maltrecha cara.
Cueva
Superada la muralla que nos corta el paso, un tejo solitario me manda cantos de sirena. Me acerco hasta él porque el encuentro merece la pena. ¿Cuántos tejos hay, pues, por esta zona? Luego veo una plataforma carbonera. ¡Ya son tres sorpresas en una sola jornada! Llego al buzón del denostado Urieta pero paso de saludar a Moscadero al que le habrán crecido mucho las visitas desde que es centenario.
Urieta (1117 m) y Aro (1133 m)
Carbonera
El viento ha cambiado y toca regresar, que se está poniendo la cosa fea. La niebla empieza a hacerse la dueña y señora del entorno y aunque el hippy está conmigo tampoco es cuestión de hacer bobadas.
En el camino de vuelta me encuentro con que la lobera de San Miguel es tan valiosa que la han cercado con una alambrada para que no se pueda acceder a ella. Coto de setas. Menos mal que los dos fosos que existen se alcanzan fácilmente.
Foso de la lobera
Ya en el coche, pienso en darme un pequeño regalo. Hay que celebrar el ser tan cabezota y haber recuperado al gipies (GPS). Paro en El Fresno, un bar de esos de pueblo en donde tienen de todo. Compro pan de nueces, que está riquísimo, y pido un café con capricho para hacer frente a la vuelta. En estas, la propietaria le dice a su hijo pequeño: ¡mira!, ahí va Ginés con su burro. Salgo pitando al coche, donde había dejado mi máquina, y corro tras ellos como alma que lleva el diablo: Ginés, Scoti, y su buen burro están entrenando para hacer el Camino de Santiago. Scoti va atado porque el traqueteo del burro le provoca sueño; por evitar caídas cuando se queda dormido. Le doy un apretón de manos a Ginés para desearle mucha suerte y buen camino.
Ginés y Scoti entrenando para hacer el Camino de Santiago.
Scoti va a atado para evitar que se caiga
porque con el traqueteo del burro le entra el sueño y se queda dormido en la montura.
Maravilloso final para una jornada de sorpresas.
4 comentarios:
Buenisimo Matil! Me encanta como escribes, de verdad! Y que no paras.��
La foto es muy buena foto;
Muchas gracias por los elogios en nombre de la organización de la marcha de Artziniega, y por dar a conocer estos lugares.
Xavi: Al César lo que es del César...
Anónimo: Seguro que tú también haces cosas como estas e incluso mejores. Muchas gracias.
Robin: Eres un poeta.
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