viernes, 19 de abril de 2019

Castillos que defendieron el reino de Navarra. IV. Castillo de Gebara (Araba) - Esther Merino



La ruta comienza en el mismo pueblo de Gebara, una agradable circular que va cogiendo altura hasta llegar a lo que fue un magnífico castillo-fortaleza del s XV, según los grabados de aquella época. 



Lo primero que nos encontramos son las evocadoras ruinas de la Casa-Torre de los Gebara (Condes de Oñate desde el siglo XV, Señores de la Llanada Oriental y cabeza del bando gamboíno en Álava, unidos al reino de Navarra, adversarios por ello, en Álava, de los linajes de Mendoza y Hurtado de Mendoza y bando oñacino). 



Entramos por una puerta de atrás dentro de la Casa-Torre, destruida por el general liberal Zurbano tras la primera guerra carlista, y proseguimos el camino. 





Vamos subiendo por un sendero a la izquierda, sin pérdida, y cogemos altura. Los últimos metros ya vemos los restos del torreón y paredes, en lo alto de una loma y dominando los caminos de Araba y Gipuzkoa que, en la Edad Media, alrededor de s XIII, y hasta principios del siglo XIX , fue la vía de comunicación principal de la Llanada, llamado Camino Real de las Postas al Reino de Francia, que transcurría paralelo al río Zadorra dejando a un lado Gebara. 



Nos entretenemos embelesados con las buenas vistas al pantano de Garaio, enmarcadas con los muros reventados del castillo y la panorámica a toda la comarca. El castillo tuvo mucho protagonismo entre las guerras banderizas entre diferentes linajes de la nobleza rural, aglutinados en torno a dos familias: los Gamboa y los Oñaz, dando origen a los bandos de los gamboínos y oñacinos. Así, los gamboínos pertenecían las familias de los Gamboa, Guevara, Balda, Olaso, Abendaño y Ayala (en Vitoria) y Leguizamones (en Bilbao), y tenían como aliados a los agramonteses y al Reino de Navarra. Y los oñacinos pertenecían las familias de Oñaz, Mendoza, Lazcano, Mújica y Butrón, Calleja (en Vitoria) y Zurbarán (en Bilbao) y tenían como aliados a los beamonteses y a la Corona de Castilla. Tras las guerras de bandos, se cree que dicho castillo fue abandonado a finales del siglo XV o en el siglo XVI. 







Durante la primera guerra Carlista, Gebara fue un bastión de los carlistas, acantonados en el castillo y destruido en 1839 por los vencedores de la guerra. Durante la segunda guerra Carlista (1872-1876), hubo un intento de reconstruir el castillo por parte de los carlistas, para lo cual se llevaron allí piedras de las murallas de Salvatierra-Agurain, “más de 10 000 carros de piedra salieron de Salvatierra hacia Gebara”. 



Recorremos las ruinas de los torreones que quedan de este bastión navarro, construido con buena piedra de sillería y gruesos muros, y evocamos su importancia estratégica de la época con nostalgia. Las piedras conservan la energía acumulada y es cierto que se siente cierto magnetismo en estos torreones derruidos. Las vistas son muy amplias y es fácil dejarse envolver por la literatura caballeresca. 

Vamos bajando por el sendero que nos lleva al pueblo, mientras comentamos leyendas del “fantasma del Castillo”. En 1672 pasó por allí Albert Jouvin de Rochefort, cartógrafo y oficial del rey Luis XIV de Francia, dejando escrito que “yendo a Heredia y después a Audicana, se ve el pueblo y el castillo de Gebara, flanqueado de torrecillas donde se alza una gran torre cuadrada en el medio, que dicen estar habitada por un duende maligno, que es la causa de que allí no resida nadie, aunque pertenece a uno de los más acaudalados de España”. 



Posteriormente, en 1679 pasó por ahí la escritora francesa Marie Catherine Le Jumel de Barneville, condesa d´Aulnoy, quien dejó escrito un libro de sus viajes contando que los lugareños creían que en el castillo (que ya estaba deshabitado) habitaba un duende, por lo que nadie se acercaba al mismo. La escritora entró y dejó escrito que en sus estancias no había muebles, pero que en una de sus salas se podían ver unos tapices que representaban los amores entre el rey de Castilla Pedro el Cruel y María de Padilla. 

La ruta es corta pero muy agradecida, ideal para familias, niños y montañeros curiosos por la historia de nuestras tierras selladas, por desgracia, con sangre. Para alargar la jornada, a 4 kilómetros visitamos el pantano de Garaio con senderos, miradores, puentes de madera y recorridos en bici. 




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