viernes, 3 de mayo de 2013

Kaçkar (Turquía) - Mª Ángeles Sañudo


Ascendiendo al Kaçkar

Con motivo de un viaje a Turquía para ascender su montaña más alta, el mítico Ararat, decidimos hacer una breve incursión por los montes Kaçkar, para conocer un poco más esta zona e intentar subir a su punto más alto, el Kaçkar (3937 m), que además nos servirá de aclimatación previa. Estos montes, pertenecientes a la cordillera de los Pónticos, se encuentran en la zona noreste del país, muy cerca del mar Negro y de la frontera con Georgia. 


Tras un rápido viaje de avión y un día muy bien aprovechado de turismo por la bellísima Estambul, cogemos prontito por la mañana un vuelo interno con destino a Erzurum, donde nos espera una furgoneta que nos va a llevar a la zona del monte. Vamos haciendo varias paraditas por el camino: una para ver las cascadas de Tortum, otra para comer algo rápido en Yusufeli y otra, obligada, cuando termina el asfalto, nos equivocamos de pista y acabamos encajonados en un caminito estrechísimo colgado sobre el río sin poder seguir adelante. Aunque parece del todo imposible, conseguimos dar la vuelta (aunque no de campana, afortunadamente), desandar parte del camino y enfilar la pista correcta, más ancha, que nos lleva a nuestro destino: la pequeña localidad de Yaylalar, situada a 1800 metros de altura. Este último tramo transcurre por un paisaje alpino, con abetos, hierba, riscos y un caudaloso río de espuma blanca casi a nivel de la pista. Nos alojamos en un acogedor albergue construido enteramente en madera donde nos dan de cenar como si no fuéramos a probar bocado en una semana. 

Cascadas de Tortum

Pista equivocada

Al día siguiente iniciamos la marcha hacia el campamento. Vamos recorriendo río arriba un valle auténticamente alpino, Buyuk Deresi, que se va adentrando entre montes. Como estamos en junio, está todo alfombrado de hierba y flores y hay millones de mariposas revoloteando. Pasamos por una zona de cabañas de pastores donde encontramos varias mujeres con niños cuidando el ganado. Cruzamos cómodamente varios riachuelos perpendiculares, salvo el último en el que nos toca descalzarnos, remangarnos los pantalones y congelarnos un poco los pies, y en unas cinco horas muy tranquilas de marcha llegamos al punto en que se cierra el valle, enclave conocido como Dilberduzu donde se instala el campamento, a 2.800 metros. Completamos la tarde subiendo poco a poco otros 300 ó 400 metros, para coger un poco más de altura y otear la ruta, cenamos y nos acostamos pronto porque toca madrugar. 

Valle Buyuk Deresi

Remontando el valle

Campamento

El día de cima nos levantamos a las 3 de la mañana y empezamos a andar con luz natural, porque en esta época del año amanece muy pronto, para las 4. Venir en junio supone que los valles están preciosos pero también que en altura permanece todavía una buena cantidad de nieve entre las rocas, que además está bastante dura, así que para evitarnos el incordio de poner y quitar veinte veces los crampones buscamos algunos pasos entre las rocas, a veces ayudándonos un poco con las manos. Pasamos por el lago Deniz Golu, que está totalmente helado, y dejándolo debajo y a nuestra izquierda, seguimos ascendiendo, ahora ya sí, poniéndonos los crampones porque toca subir alguna pala bastante empinada. 

Ascendiendo

Sobre el lago Deniz Golu

En unas horas llegamos a un colladito desde donde vemos toda la ruta a seguir hasta la cima. Aquí hay división de opiniones, unos continúan la ascensión y otros la damos por finalizada en este punto porque hay mucha nieve y unos pasos que nos parecen un poco arriesgados para el material que llevamos, o mejor dicho, que no llevamos. De hecho, desde donde nos quedamos y mientras vemos progresar a nuestros amigos, contemplamos alguna caída que nos pone los pelos de punta, afortunadamente sin consecuencias. Al final son dos los que llegan a la cima. Reunidos todos de vuelta en el campamento cambiamos impresiones, estando todos de acuerdo en que este monte, al que seguro que en pleno verano se llega tranquilamente por un sendero, en esta época y con la nieve que hay se complica un poquito más y no nos hubiera venido mal llevar unas cuerdas, para mayor seguridad. En fin, gajes del oficio. 

Después de una noche tan plácida y despejada como la anterior, ya solo nos queda desandar el camino valle abajo otra vez hasta Yaylalar, aunque esta vez los riachuelos llevan más agua y nos toca pegar unos saltos más. Una vez en el pueblo, vuelta a la furgoneta para nuestro toque cultural del viaje y nos vamos a visitar la ciudad de Kars, con sus variados estilos arquitectónicos que responden a los diferentes avatares históricos por los que ha pasado, (turcos, mongoles, rusos, armenios…).

Ruinas de Ani

Ruinas de Ani

Vemos también las impresionantes ruinas de Ani, ciudad enclavada en plena ruta de la seda, que en otros tiempos fue capital del reino de Armenia y llegó a tener más de 100.000 habitantes, aunque hoy pertenece a Turquía después de diversas guerras, conquistas y tratados. Bajo un sol aplastante y en medio de una desolada meseta vamos viendo los restos que quedan de sus murallas y de sus numerosas iglesias, algunas de más de mil años de antigüedad. 

Y ahora sí, vuelta a la carretera y ponemos rumbo a lo que será la segunda parte de nuestra historia: el Ararat.

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