Varias semanas nevando y con temperaturas
bajo cero hace que se forme esta bellísima cascada en un
pequeño rincón de nuestra provincia. Parece que el hielo engrandece un lugar
que pasa desapercibido en verano, pues ni el agua fluye por este curioso espacio
de la naturaleza, bajo las campas de Legaire en la Sierra de Entzia, Araba.
Alguna ventaja tendremos de morirnos de frío…
La ruta empieza en el pequeño pueblo alavés de San
Román de San Millán (630 m), hacia el Portillo de Atau (1110 m) pero sin subir por él. Tras aparcar el
coche enseguida subimos la ladera del monte y vemos indicaciones de GR-25; a la
izquierda nos llevaría al pueblo de Andoin. Tenemos 5,25 km de subida por
delante.
Ambiente pirenaico con el fondo de la sierra de
Entzia, montes tan humildes como queridos por los montañeros: Baio (1197 m) y
Mirutegi (1166 m), atalayas de la Llanada alavesa. Es al atardecer y tenemos las
horas justas de luz.
Varias indicaciones nos marcan diferentes destinos.
Nosotros seguimos cuesta arriba y dejamos el puerto de Bicuña a nuestra
derecha. Miramos hacia atrás, nos vigila la Sierra de Altzania con todas sus
cimas nevadas.
Nos dirigimos al bonito y silencioso hayedo.
La subida no da respiro con tanta nieve acumulada de
estos días.
Los puestos palomeros acompañan el camino.
Al fondo ya vemos nuestros destinos: las heladas
cascadas de Atau o del Baio, que se forman en épocas de lluvia y se encuentran subiendo el
Portillo de Atau (Senda del Pastoreo). Desde ahí se llegaría a la cima de Atauko Haitza (1103
m).
Las hayas nos hechizan mientras vamos subiendo sin
demora antes de anochecer. Vemos las huellas de animalitos del bosque.
El bosque nos envuelve con su manto blanco. Días
atrás ha hecho auténtico invierno, de los de antes, y hoy vemos las montañas despejadas
en esta pequeña Siberia. Nos calzamos los crampones, por seguridad, para subir
una buena pendiente.
Y ahí está, pétrea, blanquísima y helada, la cascada
de Atau o de Baio. La cámara no deja de disparar mientras andamos con cuidado
para no deslizarnos por la ladera. Hay escaladores subiendo la cascada y las
esquirlas de hielo nos salpican. Es un momento mágico ver esta belleza de la
naturaleza y que se ha dado las condiciones propicias a 30 km de nuestra casa,
podría ser Noruega, Alpes o Canadá.
Nos quedaríamos aquí viendo este espectáculo helado
pero se hace de noche y hay que volver, notamos la bajada de temperatura, estamos en la cara norte y sombría de este monte, donde el invierno se queda
para no irse durante muchos meses del año.
El cuello nos duele de mirar hacia arriba, como si
estuviéramos ante un circo glaciar, y nos despedimos de este regalo de la
naturaleza.
Volvemos por el mismo camino de ida ya oscureciendo.
En total han sido 10,5 km y 368 m de desnivel de
ruta en este paisaje tan singular y efímero.