Es un valle que permite todas las estaciones, es
accesible para cualquier montañero, especialmente los más sosegados y
contemplativos. Sus montes no impiden la subida con un desnivel asequible.
Distancias cortas y caminos nobles. Aramaiona no le falta ningún color, lo
tiene todo en miniatura, como en los cuentos. Es fácil llegar a las cumbres,
unas botas, un palo y el silencio del valle…sin industria ni autopistas. El
tiempo se ha detenido. Aquí no hay “grandes éxitos en montaña”, escuchar y
mirar…entender la naturaleza más primitiva, su lenguaje, que es el mismo en lo
grande que en lo diminuto. El horizonte se alcanza enseguida…el desafío está en
saber admirar lo pequeño. Los montañeros
buscamos en esencia lo mismo…
Desde el puerto de Kruzeta se tiene una vista
magnífica del valle en calma de Aramaio junto a la Ermita de San Cristóbal.
Una borda, un bosque, montes humanizados, ganado, senderos ocultos recorridos por lugareños… y ya lo tenemos todo. Aramaio nos permite admirar la belleza de realidades minúscula. Un buen lugar para escuchar tu propio ritmo…
“Riqueza es el aire limpio, la lluvia, los bosques…Ser rico es: poder
ir, venir o quedarse, sin prisas…” dice Julio Villar.
Nos acercamos a Unzilla (469 m) al atardecer y
aparcamos el coche. Nos dirigimos al Murugain (776 m). Según la leyenda “el Murugain es la morada de Errensugea, el
dragón de la mitología vasca, en el castillo que existía en su cima vivía un
dragón que tenía atemorizado a los habitantes del entorno, que debían
entregarle periódicamente jóvenes mujeres a cambio de no sufrir su ira. Por fin,
decidieron matarlo clavándole una barra de hierro incandescente. Desde
entonces, Arrasate, el pueblo que crece a sus pies por la vertiente
guipuzcoana, pasó a denominarse en castellano Mondragón o "Monte del
Dragón".
En 2 km y 300 de
desnivel llegamos a la cumbre, bien señalizada y camino cómodo. Arriba nos
espera el Anboto y el Udalatx, dos de los montes más bonitos de nuestra
geografía. Esta vez el capricho era verles nevados con un pequeño giro de
cabeza derecha e izquierda y ahí están.
A penas nos queda luz
pero podemos intuir las trincheras de la guerra civil en las faldas del
Murugain donde se defendió el territorio vasco.
Una cima con historia y vistas magníficas en un atardecer nevado de invierno.
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