martes, 10 de junio de 2014

Abierto por obras - Matilde Sanz Rebato



José Miguel vive en Algorta. Está jubilado pero no ha dejado de trabajar. Cuatro o cinco días a la semana, dependiendo de la climatología, se acerca hasta la barrera del Pagasarri con su coche y desde allí sigue camino a pie hasta las faldas del Ganekogorta. El camino de la Fuente del Espino empieza en las campas de Munagane. Y allí está la obra en la que José Miguel actúa como capataz y como peón. 

La Fuente del Espino

Cuenta que le gusta pasar una semana al año en Pirineos y que también frecuenta los Picos de Europa pero que desde que ha empezado a dar forma a su sueño éste le ocupa prácticamente todo su tiempo.


Un buen día descubrió a golpe de piqueta unos fondos de chabola. Y cavando, cavando, al modo en que lo hacen los arqueólogos, se encontró con un habitáculo de unos 6 x 8 metros. Pensó que sería bonito reconstruir lo que en su día habría sido una borda y llegar a convertirlo en un refugio.

Se fue a la Diputación en Bilbao, al Departamento de Montes, me dice, y preguntó a quién pertenecía ese trozo de paraíso. Le indicaron que el terreno estaba en el municipio de Arrankudiaga-Zollo y que preguntase en el ayuntamiento de dicha localidad.

Allí se dirigió y les puso al tanto de su proyecto. Les pareció una bonita idea y le dieron su beneplácito para llevarla a cabo. Y, no solo eso, se encontró con la pareja formada por Itziar y su marido, Agustín, quien se comprometió a poner la madera necesaria para llevar a buen término el proyecto. Y llevarla a pie de obra, que no es poco.

Inicio del camino al futuro refugio


Como poco es lo que les falta ya a José Miguel y a un amigo que le suele acompañar un ratito a primera hora de la mañana para concluir el ensanche del sendero hasta el futuro refugio. El camino tiene un ligero peralte para facilitar el desague de la lluvia e incluso han plantado un arbolillo que tuvieron que proteger de forma tosca para impedir que el ganado acabe con él.



Pronto irá tomando forma el futuro refugio. Lo ha proyectado a dos aguas y con estructura de madera por dentro y de piedra por fuera para que aguante mejor la intemperie. Nada pretencioso; lo justo para cobijar al montañero en días de tiempo adverso.

Espero en un futuro no lejano coincidir allí de nuevo con este montañero, socio del Itxas Argia, reconvertido en ingeniero de caminos y en constructor de sueños.


José Miguel

1 comentario:

Lara dijo...

Sin conocerle ya me gusta José Miguel!!!
Gracias por contarnos estas bonitas historias!!!