lunes, 21 de mayo de 2012

Peñaforca (2390 m) - Joana García Romero




Marzo - 2012

A estas alturas del invierno aún no nos hemos acercado al Pirineo. Los crampones y los piolets todavía andan guardados esperando ser rescatados de su confinamiento... demasiado largo ya. No ha nevado mucho este año y lo que nevó parece que está totalmente helado. Por encima del hielo, nieve recién caída o nieve polvo de alguna placa de viento dependiendo de la orientación. No se porqué razón pienso que Peñaforca puede estar bien para desoxidar mi cuerpo y mis cachivaches propios de la estación. Esa parte del Piri no la conozco mucho y parece buen destino para calmar el mono durante unos días.

Creemos que, si las condiciones son las adecuadas (que haya suficiente nieve-hielo), podríamos subir por el corredor Este al Rincón de Alano y de allí continuar hasta hacer cima en el Peñaforca, pero no será posible, ha hecho demasiado calor y al no ser cara norte seguramente no tenga continuidad. Una vez allí comprobaremos que nuestras sospechas son acertadas. No es el momento, quizás el año que viene con más preparación física y con el deseo de que sea un buen invierno. Llegamos la noche antes a la entrada de la selva de Oza. Atravesamos la Boca del Infierno, un poco inquietante a esas horas. No hay nadie, tal vez tenga algo que ver que es lunes y entre semana la gente está por otras actividades que los mantienen alejados de la montaña. Es lo que tiene trabajar a turnos.



El día amanece radiante, no hace mucho frío y eso nos pone en aviso de lo que encontraremos más arriba.  No será necesario madrugar demasiado, acortaremos la ruta inicial y subiremos a Peñaforca por el collado de Lenito y si las fuerzas acompañan también a Lenito. El Castillo de Atxer nos dará los buenos días. Es una vista privilegiada que nos anima y alegra los primeros tramos por el bosque.



Remontamos el barranco de Estribiella por un tranquilo bosque de hayas, todavía dormidas, y abetos. El desnivel empieza suave por una mullida alfombra de hojas rojas lo cual permite que subamos alegremente esos primeros metros. Pronto nos encontraremos con los restos del invierno. En otoño tiene que ser un espectáculo realmente impresionante, pienso hacia mis adentros. La nieve la encontraremos bastante más arriba. Nuestro vecino de enfrente, el Castillo, nos sigue vigilando, es difícil avanzar y no girar la cabeza para mirarlo otra vez más. Saldremos del bosque a los rasos de Estribiella, ocupados por una gran manada de sarrios que campan a sus anchas. La prespectiva de lo que queda todavía por delante no se deja esperar, aparece ante nosotros como un gran mural de roca y nieve.




Las murallas que tenemos ante nosotros parecen inespugnables y aunque se que es solo una ilusión óptica, porque existe un punto flaco entre ellas, no dejo de preguntarme una y otra vez..... ¿por dónde? Una mariquita al sol, con sus brillantes colores, nos advierte que la primavera está despertando. Superada la primera terraza, encaramos el tramo con pendiente más dura que nos dará acceso al collado de Lenito. Encontramos la nieve en muy buenas condiciones aunque más arriba en la canal será hielo, tendremos que extremar las precauciones sobretodo en la bajada. La inclinación es considerable, no me la esperaba. El ambiente es muy alpino, vamos ganando altura y las vistas son cada vez más soberbias.






Con paso firme y determinación, llegamos al collado de Lenito y ahí decidimos que haremos solamente Peñaforca, yo no estoy para tirar cohetes, he pasado demasiado tiempo inactiva y ese peso extra que llevo me supone un lastre bastante fatigoso de soportar. Aparentemente la cima del Peñaforca parece que está a tiro de piedra, pero esa es una precumbre que dejaremos a la derecha para seguir en busca de la cumbre principal. Ascenderemos hasta llegar a lo alto del cordal, una cresta sencilla que se vuelve más complicada si encontramos condiciones invernales. Algún paso donde poner las manos y algún otro donde tallar en el hielo algún escalón para poder apoyar las botas con mayor comodidad y superar una pequeña terraza, de ahí en adelante en busca del mejor paso para poder acceder a la cima.




Ha merecido la pena el esfuerzo, ya lo creo que sí.  Las vistas desde ahí arriba me traen mucho recuerdos, me llenan los ojos, el espíritu, me atiborran de motivación, me recuerdan porque me gusta tanto lo que hago.  
Pasamos un buen rato en silencio, escuchando el viento, sintiendo el frescor de la altitud en la cara, satisfechos con ese pequeño logro alcanzado.






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