Entre los valles de Marcadau y Gaube todavía se pueden recorrer valles y cimas de gran belleza, solitarias y en las que la ausencia de una senda demasiado marcada, hacen que conserven cierto halo de "aventura". Llevábamos tiempo queriendo visitar el valle de Pouey Trénous, en la cabeza sólo faltaba idear la ruta circular idónea que nos permitiese además hacer alguna cima. Aunque en el fondo la cima era lo de menos, finalmente optamos por el Chabarrou, para poner la guinda al pastel. Disfrutamos de la más absoluta tranquilidad y de una belleza prácticamente inalterada.
Después de salir del abarrotado Pont d'Espagne, disfrutar del valle de Pouey Trénous, con su silencio, su bosque de pinos, la pradera verde salpicada de flores, el río..... de postal, no le faltaba de nada. Abandonando el valle ascendimos al reino mineral, roca y nieve, donde pequeñas florecillas recuerdan que aunque la vida puede llegar a ser inhóspita y salvaje, siempre hay algo que la embellece, sólo hace falta aprender a mirar con los ojos y la mente abiertos.
La Brecha de Peyrot nos regala las mejores vistas del día. El REY en su máximo explendor. "Mi novio", no puedo evitar soltar un "UAUA!!!!!!!!!!!!" al verlo. El Vignemale es GRANDIOSO. No sé que influjo ejerce sobre mí pero una vez que lo veo no puedo dejar de mirarlo. Me hipnotiza. La excusa del día, el Chabarrou y en la cima, otra vez en el cielo. Hay tanta belleza que es imposible no estremecerse. Otra vez ese escalofrío en la espalda.
De vuelta paramos en los lagos de Chabarrou, ¿se puede pedir algo más?..... ¡qué el día no termine jamás! Y de nuevo el Vignemale y las marmotas salen a despedirnos y nos dicen que ellas se quedan y les respondemos que un trocito de nuestro corazón se queda con ellas, para ver las estrellas sobre esa cara norte que nos vuelve locos cada vez que la miramos........
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