domingo, 24 de junio de 2018

Destino: Auritz-Burguete. Miren Muñoz Trigo


Me encuentro con el paisaje. Como hay un idioma materno que te enseña a nombrar las cosas, hay un paisaje materno, con el que aprendes a ver el mundo. Luego conoces más lenguas y más paisajes y pueden ser más bonitos, pero ninguno te parece mejor. (Julio Llamazares)

Hay espacios de tiempo a lo largo de la vida que se quedan dentro, que son inolvidables. En mi caso, sin duda, un hueco importante ha sido ocupado por las vivencias que durante ocho meses de agosto disfruté en Auritz, pueblo navarro pegado a Orreaga, por el que tantos y tantos peregrinos, quizás demasiados, discurren a lo largo de la carretera hoy en día, y en el que, entonces, allá por los años 70-80, una buena cuadrilla de "veraneantes" nos mezclábamos con sus gentes. 

No olvidaré nunca la tranquilidad, el aire puro, los juegos en la calle dejando pasar al pastor con sus vacas, aquellas hayas, los baños en el agua helada del Urrobi (por las mañanas y por las tardes, montábamos en un destartalado land-rover un montón de chavales, camino del río), los amigos, allí hay muchos pedacitos de gente entrañable que se mezclan con mis recuerdos.


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