viernes, 26 de mayo de 2017

Trasteando por Astxiki. Hamlet.

Astxiki por su cara E. Kobailuko urkulu.



No era el día adecuado. Me presenté en Atxarte pertrechada con botas, yo que siempre voy en zapatillas, y con un buen pantalón largo. No tenía ni idea de lo que me podía encontrar y preferí ser precavida. Dos eran los objetivos para ese día. Una cima que hasta entonces no había intentado, y un árbol cuya historia reciente me había conmovido. Iba en busca de un haya. Un árbol tan querido que, cuando cayó derribado el verano pasado por un vendaval, fue alzado del suelo y anclado a tierra de nuevo utilizando algo más que sus raíces. Un grupo de entusiastas se citaron el 24 de septiembre en Abadiño para llegar hasta ella e intentar que el icónico árbol tuviese una segunda oportunidad. Lo anclaron con tres cables de acero, forrando antes su tronco con un neumático para que no se lastimase de tanto cariño.


El "otro" haya visto desde la bajada de Urkiola por Txakurzulo

El mismo haya visto desde la subida por Atxarte.
Localicé un primer haya, uno que yo había visto bajando de Urkiola desde el Vía Crucis a Atxarte y que pensaba que era el de autos. Pero aquel no era el que iba buscando. Este otro haya goza de una fuerte salud y está bien enraizado junto a la muga número 10. Seguí buscando y me encontré con algo inesperado. Un cubículo que el ganado utiliza para guarecerse. Desde la boca de entrada me pareció que olía a humo. Y entré para ver qué había. Heces de oveja. Y huesecillos; no sabría decir de qué. 

Kobailuna ¿?




Salí de la oquedad ilusionada y seguí mi ascendente camino. En un giro repentino la vi recortada en el horizonte y me acerqué hasta ella. A su lado, el mugarri número 13, mi número favorito. Acaricié su áspera piel y le deseé mucha suerte en su nueva vida.

La tan querida haya.


Como no tenía claro el camino a seguir para conseguir el otro objetivo del día y dado que me encontraba a disgusto con botas y asfixiantes pantalones largos y gruesos, en vez de tirar desde allí mismo a derecho para arriba (lo cual no se antojaba tan difícil), me dije a mí misma que no tenía el ánimo para más exploraciones.

Así que rodeé lo que suponía Artxua, segunda cima de Astxiki, por su ladera NE con idea de toparme con la subida al collado de Artola. Continuamente mirando hacia arriba, a mi derecha, para no perder detalle de lo que sería mi meta para un próximo día. Vi el collado que separa las dos moles más compactas de Astxiki, lo que me dejó claro que lo que estaba faldeando no era Artxua precisamente sino la cima que hubiese querido subir. Tracé mentalmente el camino que supuse más viable para poder llegar hasta esa desconocida. Cuando por fin pisé sendero balizado, tenía ya más o menos definida cuál sería mi estrategia para atacar aquella masa de piedras vecina de la centenaria cima. Incluso, y a pesar de lo pesadas que sentía las piernas, cuando llegué a la altura del posible camino imaginario, si no hubiese sido por unas bovejas*  que estaban en ese momento ocupando el espacio, me hubiese metido de lleno en el ajo. Pero cuando se está en horas bajas hasta el no querer molestar a un rebaño de ovejas se puede convertir en la mejor de las excusas.

Astxiki y Artxua, a la izquierda. Atxurdin, a la derecha.

Cima en Astxiki y Artxua y fotos del objetivo fallido o del pretexto para volver otro día; llámalo como quieras. De la bajada, mejor no hablar. Llevaba un track en el GPS y me vencieron las ganas de descubrir un camino diferente al tantas veces recorrido que va de Artola a Atxarte. Bendije mil veces mis pantalones largos gruesos y maldije dos mil al célebre que había colgado semejante track en la red de redes.

*Lo de bovejas no es una errata; las ovejas son bobas y de ahí el palabro que acuñé para tener algo que dejar en herencia a mis hijos.  

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Así que pasados un par de días vuelvo a intentar la conquista, pero esta vez desde Sagasta. Resulta curioso que, a pesar de haber diferentes posibilidades para llegar a un mismo sitio, casi siempre se elija el mismo camino. No conocía este núcleo rural, pero no me ha decepcionado. También es verdad que la méteo de hoy es apabullante. Ya me gustaría saber a mí cuál hubiese sido la percepción que habría tenido del lugar en caso de venir en un día de perros.

Mientras me acerco por la carretera saco fotos de esa otra punta que me tiene ocupada. Distingo perfectamente la ya conocida haya y el trazado que seguí para llegar al camino balizado de subida al collado de Artola; lo que imaginé ser la mejor opción para alcanzar ese otro collado que separa Artxua de “la deseada”; en fin, que en la distancia no deja de parecer todo muy factible. Ahora es el momento de, paso a paso, ir resolviendo lo que salga.

Grupo de fresnos y torreta de AT 

Pregunto a un par de baseritarrak si saben el nombre de esa cima que está a la derecha de Astxiki. No dudan: Mendiolaitx. E incluso me aclaran el topónimo: es que es el monte que está encima de Mendiola. Pues, vale. Eso sí que no lo me lo esperaba. Llevaba las opciones de Atxurdin y Gotxarriatx en la cocorota, pero Mendiolaitx ¿?

Así que, previo paso por la ermita de Santa Lutzia, alcanzo por allí mismo la pista que utiliza el sendero balizado que sube a Artola. Antes de llegar al conocido collado, tiro hacia la derecha al encuentro de un grupo de fresnos cercanos a una torreta de AT. De allí voy subiendo sin camino alguno hasta el punto donde estaban el otro día las ovejas. Y ahora sigo mi particular trazado imaginario. No me encuentro ningún obstáculo digno de mención. Evito siempre que puedo mis odiadas pedreras por los laterales y antes de darme cuenta estoy en el collado que separa la cima de Artxua de mi objetivo. Llegar hasta él es pan comido. 

Cumbre de Atxurdin



Estoy contenta; hoy sí era el momento. Luego desciendo unos metros por la otra vertiente para localizar el lugar donde el haya sigue su lucha por sobrevivir en solitario. Ahí está, aparentemente bien cerquita.

El haya (a la izquierda) en el collado de Kobailuko urkulu 


Sopeso la idea de bajar hasta ella, pero pienso que tengo que volver a Sagasta y opto por subir a la cumbre principal de Astxiki y bajar por el camino normal. Ahora que ya he inspeccionado el terreno, no pasará mucho tiempo hasta que vuelva para intentar esa otra y golosa alternativa. El tramo que hay del collado a la cumbre de Artxua es fácil, mucho más que el erosionado acceso a la cumbre centenaria desde Artola.

Atxurdin y el collado que la separa de Artxua.



Completado el trío de cimas, me siento a comer lo poco que llevo cerca del poste direccional que está en el mismísimo collado de Artola. Yo y un coro de grillos gozosos. La felicidad siempre guiñándome un ojo.

Agujas en Astxiki





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