Paso del francés
Un jueves de agosto y tres planes en la recámara. Dos compartidos y el otro en solitario. Incluso se puede hablar de un cuarto. Hay que decantarse por uno de ellos y tampoco me lo pienso demasiado. El Apache ya quiso el pasado verano de 2014 llevarnos a su terreno estival. Así que me sumo a la comitiva que saliendo de Oriñón, y concretamente de Sonabia, recorreremos la franja costera que llega hasta Laredo.
La Ballena de Oriñón
Hacia el Cabo Cebollero
La meteo se pone de nuestra parte y, cuando emprendemos la marcha la media docena de integrantes, el día ya luce magnífico. Desde el principio de la andadura las voluntades son diversas. La mitad del grupo decidimos empezar con propinas el recorrido y nos adentramos en el Cabo Cebollero, conocido como La Ballena de Oriñón. Hay que cruzar un pequeño brazo de mar, apenas dar un pequeño salto, lo que no atrae a todos por igual. Nos acercamos al punto más alto, vigilados por el antifaz pétreo de los Ojos del Diablo (Arcos del Llanegro), hecho que en sí solo ya constituye para mí una recompensa al desplazamiento efectuado del Botxo hasta el bonito pueblo cántabro.
Macizo de Candina desde La Ballena
Fuente al borde de la playa de Valdearenas
Playa de Valdearenas
Volvemos a arrejuntarnos para cruzar la playa de Valdearenas, a estas horas prácticamente desierta. Seguimos ahora ladera arriba por las faldas del monte Solpico y pasamos por el Paso de Presa. Luego viene el Paso del Francés, equipado con una cuerda, y el descenso al Valle de Liendo. Paramos en las ruinas de la ermita de San Julián para disfrutar de unos magníficos tomates de la huerta de nuestro compañero Paco Freire y nos encaminamos hasta la falda de La Peña (217 m), donde nuevamente se vuelven a dividir las voluntades.
Paso de Presa
Playa de San Julián, La Peña (217 m), Laredo, Monte Buciero
Ruinas de la ermita de San Julián (siglos XII-XIII)
Playa de San Julián desde La Peña (217 m)
Cota occidental de La Peña
En la primera cima todavía eramos cuatro más el Rubio
Dos de los integrantes prefieren seguir por el camino y el resto atacamos con bravura la bonita subida a la doble cumbre. Mejor decisión, imposible porque las vistas son de ir a verlas. En el camino de bajada se vuelve a desmembrar el grupo. El Apache y yo decidimos subir la otra cima de la montaña, que más cerca no la vamos a tener nunca. O eso es al menos lo que yo me digo. Coteamos y, de nuevo en el camino, como los compañeros tampoco han parado a esperarnos, decidimos acercarnos a lo que queda del cargadero de mineral (antigua yesera de Erillo) que se ve al borde del acantilado.
Cota oriental de La Peña
El antiguo cargadero, antesala de la aventura
Ensenada de Erillo (cala de las gaviotas)
Una cala habitada por gaviotas nos da la bienvenida hacia el norte. Llegar a ese punto ha merecido la pena. Pero la curiosidad nos empuja a investigar un recóndito sendero que se adivina y desciende entre las moles rocosas. El Apache se acuerda del resto del grupo y aconseja retirada pero con muy poca convicción en sus palabras. A mí me pueden más las ganas de explorar que todos los reproches que nos puedan esperar a la hora del reencuentro.
La curiosidad nos mueve
Hay que ayudar al Rubio
Escalones
Y escaleras
Al parecer, en la parte baja del acantilado existe una profunda galería abandonada de donde se extraían las piedras de yeso que eran llevadas a cocer y moler a Bilbao, primero en barcos de vapor y con el paso de los años en camiones. Pero, de momento, esto no lo puedo confirmar ni desmentir porque no nos da tiempo de comprobarlo.
Entre grandes rocas
Escalera y cuerda
Nos metemos en el ajo y lo que parecía ser cosa de poco tiempo, se convierte en terreno trabajoso y complicado. Pronto vemos que aquello nos va a llevar mucho más tiempo del que creíamos. La progresión entre los derrubios de lo que, según he podido leer, fue un antiguo glaciar enlentece mucho la marcha.
Terreno de progresión lenta
Finalmente salimos del lío en que nos hemos metido, coronamos Erio (214 m) y acortamos distancias rápidamente por buen camino. Pero tanta formalidad va a durar bien poco.
Erio (214 m) y las dos cotas de La Peña
La playa de Aila nos atrae con sus cantos de sirena. El Apache ya había dejado en otra ocasión el cruce de lado pero esta vez va con una pies inquietos que no quiere marcharse sin conocer ni una sorpresa del recorrido. Traspasamos la puerta al paraíso y bajamos por terreno montañero, que poco tiene de playero, hasta el arenal pejino. Una maravilla al alcance de cualquiera que venza la pereza. Luis se da un chapuzón que le “deja como nuevo”. Después nos incorporamos de nuevo al bien trazado sendero y llegamos sin nuevas distracciones a la parte antigua de Laredo. Paco nos espera pacientemente. El resto ha vuelto ya en autobús al punto de inicio del recorrido.
Atalaya (96 m), La Salvé, El Puntal, Buciero
Bajada a la playa de Aila
Atalaya y el Puerto Viejo de Laredo desde Aila
La paradisiaca Aila, Atalaya y Buciero
¡La envidia que van a pasar cuando vean las fotografías! Es el precio a pagar por comer “a su hora” y poder echarse la siesta en el sofá de casa.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYo bajaba a pescar a esa zona de Erillo o La Yesera y entonces el camino estaba bien. Estuve viéndolo hace 10 o 12 años y nada más que bajabas las escaleras hacía bastante fresco. Luego de ahí hacia abajo a unos 30 m estaba el sitio donde girabas a la izquierda pero con cuidado pasabas bien, pues bien, en esa zona fue donde se hundió un tramo y había puestas unas varillas de tetracero, estando peligrosísimo. Una vez abajo, en la playa, a la izquierda está la galería de donde se sacaba el yeso
ResponderEliminarSaludos.
Iba a enviar a un amigo el enlace a esta entrada cuando me he encontrado con tu comentario. A ver si me paso con el Apache de nuevo por allí este verano y encontramos la entrada a la galería. Muchas gracias por la info, Ramontxu, y por participar en el blog con tu comentario.
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