Vuelo Bilbao Tenerife Norte. Nos disponemos a aterrizar. El comandante nos da la bienvenida a la isla y anuncia la temperatura en destino: 11 grados. La Reineta y yo nos miramos con los ojos bien abiertos; no nos hacen falta las palabras. ¡Menudo frío! Bromeo con las azafatas y les pregunto si están seguras de habernos traído a Canarias. Lara ha tenido que luchar durante meses por mantener en secreto la sorpresa. En noviembre se decidió a coger billetes para venir a Tenerife e intentar alcanzar la cumbre del Teide desde la mismísima orilla del océano, desde la Playa del Socorro, como regalo de cumpleaños. Sabía que me hacía ilusión y me ha traído “engañada”. Bueno, bueno. Menos mal que me había advertido de que iba a haber monte y no he venido solo con chanclas.
Llueve que es un gusto mientras cenamos la consabida pasta. Paso la noche en un duermevela oyendo cómo rebota el agua sobre los toldos cercanos. “Esto va a ser imposible”, me digo. “No sé ni si podremos intentarlo”. Pero como llevo tiempo sin darle demasiado trabajo a mi ángel de la guarda, me despierta de madrugada en forma de canto de mirlo. “Arriba, que no llueve”, le digo a la Reineta sin dar opción a que el despertador suene.
Llueve que es un gusto mientras cenamos la consabida pasta. Paso la noche en un duermevela oyendo cómo rebota el agua sobre los toldos cercanos. “Esto va a ser imposible”, me digo. “No sé ni si podremos intentarlo”. Pero como llevo tiempo sin darle demasiado trabajo a mi ángel de la guarda, me despierta de madrugada en forma de canto de mirlo. “Arriba, que no llueve”, le digo a la Reineta sin dar opción a que el despertador suene.
Llegamos a la playa. Un canario ya madurito hace ejercicios de estiramientos después de su paseo matutino. Le pedimos que nos haga una foto tocando el mar, como parece que manda la tradición. Nos pregunta por nuestras intenciones y nos advierte, con cierto sarcasmo, de que va a ser duro y de que tendremos tiempo de arrepentirnos antes de que acabe el asfalto. Se ve que no damos la imagen de atletas que cabría esperar entre las participantes de un reto como este.
Las primeras cuestas son de una pendiente guapa pero mentalización y ganas no nos faltan. La distancia no va a ser problema; el desnivel, ya veremos. Caminamos juntas madre e hija, alejándonos brevemente la una de la otra para sacar alguna foto. El ritmo es estupendo hasta que en un momento dado me doy cuenta de que la Reineta ha empezado a distanciarse. En el Mirador de La Corona, le advierto de que debemos comer pero parece que no le entra nada. Ni una barrita asquerosilla ni un pedazo de turrón de Alicante rico, rico. Empiezo a pensar que soy muy bruta y que tenía que haber previsto esto antes.
Las primeras cuestas son de una pendiente guapa pero mentalización y ganas no nos faltan. La distancia no va a ser problema; el desnivel, ya veremos. Caminamos juntas madre e hija, alejándonos brevemente la una de la otra para sacar alguna foto. El ritmo es estupendo hasta que en un momento dado me doy cuenta de que la Reineta ha empezado a distanciarse. En el Mirador de La Corona, le advierto de que debemos comer pero parece que no le entra nada. Ni una barrita asquerosilla ni un pedazo de turrón de Alicante rico, rico. Empiezo a pensar que soy muy bruta y que tenía que haber previsto esto antes.
Mirador de la Corona
Lara quiere parar un poco pero seguimos suave, muy lentamente, hasta la Piedra de los Pastores. Pasamos un pequeño humilladero. Ahora quiere tumbarse, dormir un rato, por lo que hacemos una parada algo más larga; pero ella que es capaz de dormirse hasta sobre sus pies ahora no consigue ni echar una cabezadita. Me ofrezco a intercambiar las mochilas por ser la de ella más pesada y por aliviarle de alguna manera pero se niega. Finalmente recurrimos a un gel que parece surtir efecto ya que, al poco, resucita.
Piedra de los Pastores
La cosa funciona, se encuentra mucho más animada y vuelve a lucir sonrisa. Llegamos a la Degollada del Cedro, con su capilla de la Cruz de Fregel, y nos hacemos unos pequeños bocadillos. Tenemos por delante la única bajadita de toda la jornada. Después llaneamos y, charla que te charla, nos pasamos el desvío a tomar en el Llano de las Brujas; supongo que por aquello de que el peor enemigo de la mujer es la propia mujer o, en este caso, las brujas. Esto enfada momentáneamente a Lara que insinúa, solo insinúa, si no puede el GPS avisar cuando nos equivocamos. “Pues, probablemente sí”, le digo. “Al menos otros lo hacen. Tengo que trastear un poco y ver si este también pita”.
Capilla de la Cruz de Fregel
Llegamos al sendero común con Montaña Blanca, viejo conocido para nosotras. De ahora en adelante ya sabemos lo que nos espera. Le tocamos los huevos al Teide y el camino hasta el refugio de Altavista se nos empieza a hacer largo. Una vez allí nos quitamos el peso de encima e intentamos llegar a cumbre esa misma tarde para asegurar objetivo ya que el tiempo que predicen no es muy halagüeño.
Objetivo a la vista
Los huevos del Teide
El caso es que no se nos ocurre añadir a nuestros cuerpos más ropa de la que ya llevamos y el llegar a La Rambleta nos supone un sufrimiento enorme. Tenemos la cumbre cerca, muy cerca, a doscientos metros. Soy la que debe tomar decisiones, por ser quien tiene mayor experiencia, y concluyo en no arriesgar más de lo que ya hemos hecho así que nos damos la vuelta. Deshacer camino hasta el refugio supone un auténtico reto. Hoy nos ha podido un enemigo con el que no contábamos: el frío.
Cabeza hueca la mía porque si algo sé que me derrumba es este viejo conocido. El desasosiego se hace dueño de mi estómago y el malestar continúa mientras esperamos a que llegue el momento de meternos bajo el cálido abrigo del edredón nórdico. La Reineta sigue atenta mi evolución aunque ello no le impide disfrutar hablando con unos y con otros. Siento envidia sana por ver que es capaz de comunicarse con soltura en varios idiomas. Y orgullo, un orgullo muy grande.
Refugio Altavista
El refugio está completo pero las habitaciones son muy amplias y de pocas camas cada una. Una pena que en vez de máquinas expendedoras de bebidas y picoteo no haya servicio de cena y de desayuno. “Por lo menos una sopa”, repito. “¡Qué demonios!”. Pero el guarda dice que aquello es “parque de la humanidad” o, lo que es lo mismo, que la hubiésemos subido nosotras.
Me voy a la cama con una bolsa de plástico como compañera, no vaya a ser que tenga ganas de vomitar y no llegue al baño. El ulular del viento durante la noche es nuestra particular canción de cuna. De madrugada, nos despierta el movimiento de los franchutes acompañados de su guía, preparándose para el ataque final. Chupamos mansamente rueda tras ellos hasta que al llegar a la entrada del sendero Telesforo Bravo, puerta de acceso al cono, se retiran para reagruparse y protegerse de la intemperie bajo el pórtico de un edificio.
Ataque a la cima
La sombra del Teide
Sin tanto obstáculo por delante, Lara se hace a la idea de que va en cabeza y eso le motiva. Adelantamos a un alemán y, ya en la cumbre, nos topamos con otro tío y con los dos chavales de Aranda que hemos conocido en el refugio. La Reineta traía preparada una banda con la inscripción “Zorionak Mum” y yo me emociono como una tonta. Hoy es mi no-cumpleaños pero mañana será el aniversario de mi nacimiento. “¿Por qué me haces esto?”, balbuceo.
En la cumbre
Fotos al amanecer, a la sombra del Teide, y a nosotras con semejante telón de fondo. Una pena no poder disfrutar por más tiempo de la cumbre debido al intenso frío. En el turno de fotografías y al saber nuestros planes, los chavales de Aranda nos proponen bajar juntos hasta Montaña Blanca y coger allí su coche para acercarnos hasta la playa, punto de inicio de nuestra andadura. Aunque la primera intención era completar el 0-4-0, el paisaje y el ambiente gélido que nos vamos encontrando durante el descenso -el termómetro del refugio marca 3 grados bajo cero, sin contar con el viento- hacen que aceptemos de buen grado su ofrecimiento. Como dato curioso, mencionar que a los cuatro se nos hace más largo el recorrido en coche que la pateada de bajada.
Volvemos a ver el mar embravecido, repetimos camino hasta su orilla, tocamos de nuevo sus aguas y, como colofón, disfrutamos de unos merecidísimos chopitos en el chiringuito de la playa.
PS Como sé muy bien que los duendes de internet y de los medios suelen andar muy revueltos y puede darse la casualidad de que caiga este escrito en sus manos, aprovecho estas líneas para reiterarles nuestro agradecimiento por su sana compañía a los burgaleses. También a quienes, conociendo los planes de Lara, se convirtieron en cómplices de este irrepetible regalo de cumpleaños.
Espectacular regalo de cumpleaños; en el mejor de los sentidos de la palabra espectáculo; no en el sentido de la sociedad del espéctaculo Debordiana; tan criticable y tan de actualidad y tan televisiba y aún tan desinformada "malgré" Internet y tan virtualizada por desgracia.
ResponderEliminarZorionak bioi!
ResponderEliminaresti k.
Muy bonito tu reportaje y que regalo tan grande.
ResponderEliminarZorionak a las dos,
Miren
Sois unas fieras. Zorionak.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos. Hasta llegar al aeropuerto no supe a dónde nos íbamos. Sí que es verdad que dándoles vueltas a la cabeza y atando cabos (sin dejar de lado las ganas que tenía de que resultase vencedora), esta era una de las opciones a las que más posibilidades le vía. Lo que tampoco sabía es que tuviera una hija masoca o que me quiere muchísimo.
ResponderEliminarMuchas gracias, pues, a todos y en especial a ti, Lara.
Visité el Teide dos veces en mi vida y siempre quedó en mi mente la imagen del amanecer y de lo que llaman "la sombra del Teide". Soy de quienes sorprenden que en el Refugio de Altavista no brinden ningún servicio de comida. Por suerte, llevé ropa de abrigo pero aún así sentí muchísimo frío. De todas formas, la hermosa vista del lugar bien valía la pena soportar unas temperaturas bastante gélidas.
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