lunes, 2 de febrero de 2015

Dios me guarde de mis amigos - Hamlet

Cruz de Motrico (852 m)

... que de los enemigos ya me cuido yo.

Tengo un conocido que es de una sinceridad bestial. Cuando le preguntas si quiere hacer algo o ir a un determinado sitio te contesta de forma rotunda. Nada de medias tintas. Si o no. Así te quedan las cosas bien claras. En cuestión de salidas al monte lo tiene perfectamente definido: “tiene que estar el anticiclón encima de mi cabeza para que vaya”, proclama.


Tengo otro, sin embargo, a quien a pesar de preguntarle algo abiertamente no sabes por su respuesta qué es realmente lo que desea. El otro día coincidimos en una salida. A mí me agrada su compañía; es una persona culta que además gusta de andar por el monte descubriendo rincones y cosas. Presume de andar como los perros por haber ido acompañado de siempre por esos fieles cuatro patas, es decir, de un lado a otro, para atrás y para adelante, sin importarle el tipo de terreno ni por dónde se meta. Siempre que podía me convertía en su sombra para acompañarle en sus correrías por ser igualmente de mi agrado descubrir sitios nuevos y no importarme en exceso el tipo de terreno ni los kilómetros invertidos cuando los objetivos merecen la pena.

Le pregunté, como otras veces, si iba a meter propinas al recorrido propuesto por la organización y le informé de cuáles eran las alternativas que yo llevaba. Como no acababa de definirse, le hablé más claro ¿le importaba que le acompañase o tal vez prefería ir solo? Su contestación fue que no sabía el tipo de terreno que se iba a encontrar y que no quería protestas. Bueno, no fueron estas exactamente sus palabras pero así fue como yo las traduje. Añadí que si de eso se trataba, él ya sabía que por mi parte no iba a haber rebeliones.

En la base de la Cruz de Motrico

Pues en mala hora. Yo sabía perfectamente por anteriores incursiones en la zona que los Montes Obarenes son de los que dejan pocas opciones. O te metes por los senderos ya hechos o puedes morir en el intento de abrir uno nuevo. No obstante, la fe mueve montañas y mi fe en este compañero era de esas. Así que hice oídos sordos a mis propias recomendaciones, que me decían a grandes voces "este parece que no quiere hoy que le acompañes", y le seguí como un perro a su presa.

Cima de Hontana (854 m)

A vista de pájaro la cosa ya prometía. Monte bajo, con vegetación muy cerrada. Intenté convencerme de que, de lejos, en este tipo de terrenos no se aprecia gran cosa. "No tengo que dejar que me saque distancia, me decía, porque no le voy a ver y no sabré por dónde se mete". Malamente, pero con cierto orgullo y por diferente maraña, llegué antes que él a la parte cimera. "El Rave, me dijo. Esto es". Le indiqué que, según yo recordaba El Rave tiene buzón en su punto más alto pero, ante su pericia en la interpretación de mapas y GPS tampoco se lo puse en duda. ¡Para qué sacar las benditas gafas y comprobar por mí misma mis corazonadas!

La Ferroviaria, en San Juan del Monte

Como el camino de subida había sido irrepetible, decidió bajar a derechas. Esta que lo cuenta con los ojos abiertos como platos pero sin dar muestras de rebeldía. Ya conozco al género masculino y aquello de si hay que bajar, se baja. Horror de los horrores. Empieza el calvario con todas sus espinas. El terreno es prácticamente impenetrable. Mis pantalones de 100 euros se enganchaban a cada paso y notaba con dolor como se abrían agujeros en su tela. Tenía que parar constantemente para girar sobre mí misma e intentar averiguar si iba a ser capaz de avanzar otros veinte centímetros más. No solo se trataba de boj, ¡qué va!, piedras y agujeros me ponían continuamente trampas.

En un momento dado eché de menos al hippy. ¡Lo que me faltaba!, me lamenté. Pero el pobre no estaba muy lejos sino, allí, a mis pies, con diversas magulladuras. Del colega montañero, ni rastro. De vez en cuando movimientos de ramas me hacían adivinar su presencia. En un momento dado vi su llamativa mochila. Gusta de colores flúor, como dicen los modernos, y gracias a eso le distinguí bastante más abajo de lo que yo estaba. Le llamé para que se percatase de la distancia que nos separaba. Nada de darle un alarido con la orden de ¡espera! Si me había metido en aquello yo solita, desatendiendo obstinadamente las señales que me decían "No le sigas", también me las arreglaría yo solita para salir con vida.

Los altivos Jembres

Así que avancé otro tramo ridículo y llegué a un punto sin salida. ¡Me cagüen la leche. Me vuelvo para arriba! Y esta vez sí, recurrí a mi sexto sentido ¿? y me encaminé de nuevo hacia lo más alto. "Pues te vas a fastidiar, pensé en voz alta, porque yo mal pero tú peor esperando a que llegue sin saber que me he vuelto para arriba". No fue así, de todas formas. En un momento dado vi que el punto flúor había llegado ya a la pista y que progresaba por ella a paso decidido. "Será cabrón", solté sin salir de mi asombro.

La cosa terminó bien; de lo contrario no estaría contando esto ahora. Completé el programa previsto e incluso metí alguna propina y eso que el hippy tenía un día que para qué y me hizo dar más de una vuelta innecesaria. Pero se lo perdono porque gracias a él comprobé luego sobre el ordenador de casa que no habíamos tocado la cima de El Rave, como yo ya me imaginaba. También eso me hizo concluir que más vale perder unas gafas por utilizarlas que llevarlas en la mochila y no usarlas.

Pared de Jembres occidental (861 m) desde la cima oriental (856 m)

Placa en Jembres occidental (861 m)

Esta pequeña des-aventura me ha servido para reafirmarme en que, contrariamente a lo que dicen, es solo como mejor se va a cualquier parte. O por lo menos, mejor solo que mal acompañado. Conclusión: no te metas donde no te llaman ni vayas donde no seas bien recibido.

NOTA al involuntario protagonista de esta historia: No presumas de andar como los perros porque un perro nunca, que yo sepa, habría actuado como tú lo hiciste.



5 comentarios:

  1. Pasaba por aquí; ningún teléfono cerca y me dieron ganas de escribir..

    Sin desear entrar en esa lucha de sexos velada que no ha porqué ser, porque no es lo físico sino lo mental lo que prevalece en la montaña, en la aventura en general y hasta en el intelecto; me atrevo no obstante a sugerir que hay maneras más directas -y fáciles- de entablar relación con alguien.

    Recuerdo, hablando de densidad obtusa de vegetación, haber estado más de dos horas buscando un camino hacia la cima en el minúsculo pero bello y erguido y además geométrico Atxapunta/Achapunta; sin encontrarlo. Sólo encontré una jaula grande verde, con granos de maíz adentro, para cazar a algún pobre animal con hambre. Le di una patada con cuidado de que no me pillara a mí y funcionó, se cerró sola con enorme estruendo, salvé a un animal pero no encontré aquél día el camino, sin machete para abrirlo, hacia la cima. Lo tomé como un fracaso personal; como una desorientación o una falta de intuición reflexiva; aunque recuerdo haber tenido éxito entre la densidad obtusa de las vegetaciones y entre pendientes máximas en otros bellos montes vueltos a conquistar de otra manera. Lo que he de hacer ahora es terminar de vencer a los restos del vértigo, que aún me atenaza cuando hay grandes desniveles verticales; adquirir experiencia; dejar de ser neófito; aprender otra lengua, aunque ya sé tres y bastante mal las tres; escribir algún libro, plantar un árbol..

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  2. Pues encantada de que pasases por aquí, no tuvieras ningún teléfono cerca y te diesen ganas de escribir. Me encanta esa canción.



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  3. Una preciosa canción angloirlandesa, con amistad,

    https://www.youtube.com/watch?v=-3nLjGQpUOU

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  4. Resolución del problema del amigo en escalada deportiva; de cuando 1 + 1 = 1. Pero de la otra forma 1+ 1+ 1+ 1+.... = 0
    https://www.youtube.com/watch?v=D5Lil72g8nE

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  5. Robín García Saiz15 de febrero de 2015, 15:35

    Sobre la importancia de que las palabras sean precisas, no añadan más desorden ni entropía a los ya de por sí demasiado imprecios lenguajes; copio y pego -pero gentilmente, sin dureza- este breve texto que escribí ya no sé donde hace muy poco :

    ""....Y hablando de exigencia y precisión en cuanto a las palabras; escuchando hace unos pocos días, por primera vez, el excelente texto, con calidad literaria y hasta poética del provenzal suresteño francés, gran alpinista, Gaston Rébuffat; en una de sus películas de montaña ("Horizons gagnés", cero que era), explicaba el porqué de la palabra francesa "rappel" que significa, como bien sabemos "recuerdo" o bien "llamada" o "rellamada" de la cuerda por la que se desciende y tiene el sentido de "recuperación" de dicha cuerda. Fue una auténtica pena que los primeros alpinistas españoles, que se formaron en los Alpes franceses o suizo-franceses; no tuvieran la creatividad suficiente (¿el ingenio?) para inventarse una palabra española (o traducir bien; correctamente) el galicismo "rappel". Por ejemplo, les faltó creatividad para llamarlo "rellame" en vez de "rapel" con una sola "p" en español.""

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