jueves, 26 de junio de 2014

¡Chsss! Por favor, no lo comentes - Hamlet



Hay sitios a dos pasos de casa que bien pueden calificarse de mágicos. Escondidos lo justo para evitar incómodas visitas. Lo justo para permanecer prácticamente olvidados.




Este del que te hablo ni siquiera el estudioso Patxi Galé lo ha referenciado en su lugar exacto. Tal vez, adrede. Tal vez. 

Es la recompensa que a veces hallamos los trasteadores de cumbres. No todo va a ser garrapatas y arañazos. Una sorpresa de éstas te hace olvidar picores y escozores; las sudadas sufridas por llevar tapados brazos y piernas en días de intenso calor para evitar penurias innecesarias.




Una preciosa fuente, robles centenarios, hayas de gran porte, un par de recónditos refugios, y mucha paz. 

Pero tendrás que buscarlo. No te pienso decir cómo llegar. Tendrás que regresar a la niñez y volver a jugar al escondite para encontrarlo.




Solo un par de pistas para delimitar un poco el espacio: el lugar está bajo el cobijo de nuestro ceñudo y querido Pagasarri y la puerta de entrada ideal es la bonita cascada que aparece en una de las fotos.

¡Suerte! Merece la pena intentarlo.


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