28 de Octubre de 2012
Al valle de Lescun se puede acceder desde la provincia de Huesca, atravesando el túnel de Somport en Canfranc, siguiendo por la E7 hasta encontrar el desvío hasta Lescun, o desde Gipuzkoa cogiendo la autopista dirección a Pau para luego salir a la altura de Salies de Bearn rumbo a Oloron y continuando después por la E7 hasta desviarnos al pequeño pueblo de Lescun. Desde Donostia, en poco más de dos horas, nos adentramos en uno de los valles más singulares y asombrosos que conozco. Una vez que uno avanza por alguno de sus senderos, Lescun queda grabado para siempre en su corazón. Lugar de inspiración por excelencia, es un sector del Pirineo donde todavía se pueden apreciar señales que nos avisan de una escasa presencia humana, en comparación con otras áreas cercanas. Es Lescun un rincón perdido entre montañas y valles fascinantes que en esta época se transforma en un bello canto a la creación, a la vida que nos envuelve y a la que en muchas ocasiones no estamos despiertos.
Formando parte del Parque Nacional de los Pirineos, la pequeña población de Lescun a 900 m de altitud todavía conserva la típica construcción de montaña. La dejaremos a un lado para seguir las indicaciones hacia el Pont de Masousa (960 m) donde estacionaremos el coche. La pista no está en muy buenas condiciones como para continuar con el vehículo, así que preferimos dejarlo ahí y seguir a pie hasta el Pont de Lamary (1171 m). Esos aproximadamente dos kilómetros no resultan pesados, al menos en esta época, pues el color es exageradamente resplandeciente y variado. Desde el mismo Pont de Masousa divisamos parte del Circo de Lescun y sus, diría que dolomíticos titanes, entre ellos, las espectaculares agujas sur de Ansabere.
El día ha amanecido gris y muy frío, todavía quedan restos de la nevada del día anterior, las previsiones son buenas para el domingo a excepción del viento gélido que soplará cerca de las cumbres. La ISO está situada a 700 m de altitud, tal vez ese pensamiento es el que hace que incluya mi plumífero más grueso en el fondo de la mochila. Con la idea en mente de pasar un buen día, vamos ascendiendo suavemente por la pista sin asfaltar hasta llegar al Pont de Lamary, lugar que no deja indiferente. Con porte regio se alza el Bacqué ante nuestras sumisas miradas de admiración. Colores dramáticos nos envuelven y que parecen adentrarnos en un mundo irreal, de sueños y fantasías.
Ascendemos por un zigzagueante sendero, por la Gave d'Ansabere que atraviesa un bosque casi ya vencido por el invierno, pero que aún lucha por mantener en su corazón el color que le vistió tan efímeramente ese pequeño lapso de tiempo y que ahora nos regala como último suspiro por mantenerse en pie.
Hemos llegado al llano de Ansabere, confluencia de barrancos, el mismo que le da nombre al lugar, el de Pedain y Petretxema. A penas se vislumbra el Circo, sin embargo, la luz del sol que emerge de entre las nubes ilumina de forma asombrosa tiñendo de luz trágica todo lo que allí aparece. Remontaremos la última zona boscosa hasta llegar a las cabañas (1632 m) donde también existe un pequeño refugio, con fuente, en bastante buen estado.
Las vistas desde ahí son soberbias: Agujas de Ansabere, Sobarcal, Atxerito, Pouré de Lamary, Leurt, Dientes de la Chourique..... Colosos calizos salpicados de otoño y abrazados por el apresurado invierno realzándolos con los primeros copos de la temporada.
El viento arrecia por momentos y la sensación térmica es de bastantes grados bajo cero. El sol aparece y desaparece, volviendo muchísimo más inclemente el ambiente que nos rodea cuando se esconde tras las nubes. Aún así seguimos ascendiendo hasta el pequeño lago de Ansabere a 1859 m. Allí les digo a mis compañeros que para mí no tiene más interés seguir subiendo con esa temperatura, tengo las nalgas adormecidas y las caderas me duelen del viento tan gélido que nos azota. Las manos ya no las siento y cuando lo hago, tengo que aguantar el insoportable dolor de devolverlas a la vida. Con la cara enrojecida por el intenso frío y los mocos colgando, les miro con cara de querer volver al calor de nuestros vehículos, donde nos espera comida caliente. Parece que la decisión es unánime y todos parecen preferir acompañarme de vuelta.
Con la pena de no poder haber terminado la ruta que teníamos prevista bajamos sin demora hasta llegar de nuevo a la cabaña de Ansabere donde tomaremos un reconstituyente tentempié que poco nos devolverá el calor perdido. Parece que las nubes se han quedado por encima del lago y el cielo se muestra de un azul intenso del que destaca un naranja vivo de las moles que nos observan.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta llegar al verde Plateau donde en primavera pace a sus anchas el ganado y donde ahora el sol ilumina con toda su fuerza ese lugar tan fascinante. Allí nos quedamos boquiabiertos ante esa belleza abrumadora y que horas antes andaba juguetona entre las nubes que la adornaban, dejando entrever su inigualable hermosura.
El cielo se ha despejado completamente, solo se distingue el correr del frío viento en las cimas, y un día limpísimo y azul, nos acompañará de nuevo hasta Masousa y nos envolverá en su cálido abrazo permitiéndonos disfrutar de unas alubias bien calentitas y más que merecidas.
¡qué preciosidad de fotos con ese día limpio de invierno!; La verdad es que la zona de Lescún no la conozco lo suficiente; Una vez intentamos el Billaré pero estaba completamente nublado y no disfrutamos de estas vistas...
ResponderEliminarLa zona de Lescun es bastante desconocida y sorprendente. Merece la pena acercarse por allí. En el blog que hay enlazado, "las montañas de Lescun" hay diversas rutas que nos adentran en esos valles tan singulares. Yo ya estoy enamorada de aquello.
ResponderEliminarSaludos.