Verano. Tiempo de playita. ¿Quién ha dicho que a los montañeros no nos gusta la playa?¿Por qué hay que elegir entre una u otra maravilla? Tenemos muy cerca de casa un montón de lugares para combinar lo uno y lo otro. Por poner algún ejemplo: Laga y Talaia. Lekeitio y Lumentxa. Gorliz y Astondo. Mundaka y Katillotxu. Sonabia y Candina. Liendo y La Peña. Santoña y Buciero. Etc, etc. A mí me llevaba tiempo rondando por el coco y una es muy cabezota. Así que le propuse a la Reineta madrugar una mañana un poquito más de lo acostumbrado y, antes de ir a la oficina, pasar por la playa y subir al Peñón de Sopelana.
El hacerlo a una hora temprana no es algo baladí. Que la playa en días buenos está muy concurrida y tampoco es el caso de ir dando la nota. Así que mejor elegir una hora en que los únicos posibles testigos fuesen algún otro chiflado, enfrascado en su particular chaladura, y los operarios del equipo de limpieza.
Le avisé: lleva pantalón largo. No sé si lo hizo adrede o porque estaba todavía dormida. El caso es que se presentó vestida de corto, lo que me hizo dudar de su buena predisposición para completar mi pequeña locura. Hizo de chófer, de pésima fotógrafa (el que dice la verdad, ni peca ni miente) pero yo diría que, finalmente, se quedó con pena por no compartir ese subidón de 31 metros de tierra y zarzaparrilla. Porque si la zarzaparrilla es la bebida preferida de los pitufos y lo que los buenos chicos de los westerns pedían en las cantinas, es también uno de los hierbajos que más incordian a los sufridos montañeros en su andadura. El caso es que la Reineta prometió volver para saborear en propia piel lo que se siente desde ahí arriba y, ya de paso, para hacer unas buenas fotos y que su mum se quede tranquila.
Hay quien tiene necesidad de irse muy lejos, de subir montañas muy altas para sentirse vivo o creer que está haciendo algo importante. Yo siempre he defendido que la vida es el día a día y que no hay que esperar a las vacaciones para echar la casa por la ventana.
Las vacaciones son como los paréntesis en una frase. Normalmente, si los suprimes, la frase sigue siendo la misma: brillante, aburrida, jocosa, triste, apasionada, gris… Esa pequeña explicación que añade el paréntesis puede suponer un aderezo extra pero la sustancia, lo que proporciona los nutrientes a la frase, y a la vida, es la frase en sí, es el día a día.
Existen algunos montañeros que desprecian la playa. Craso error, amigo mío. Teniendo como tenemos maravillas tan cercanas, el no disfrutar de ellas es de bobos. Además, siempre hay algo verde y en cuesta a la vista.
Así que, con permiso de Rubén Díaz y demás élite de la escalada, me permito darle la calificación de 9c a esta pequeña locura porque es así como te sientes cuando haces con ilusión las cosas: en lo más alto de la escala.
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ResponderEliminarHamlet : enhorabuena por la ascensión, En los años que llevo en Sopelmar, han sido varias las ocasiones en las que he sido testigo de rescates a atrevidos no suficientemente preparados que han osado acometer esta "cima".
ResponderEliminarAunque compartiendo en términos generales la "filosofía del paréntesis" también tengo mis reservas sobre su aplicación exclusiva. Muchas veces tenemos que fijarnos objetivos que rompan la monotonía a la que estamos condenados por las obligaciones diarias.
Finalmente, una duda : ¿es que la Reineta va a trabajar a la oficina vestida de corto?
Robin: una decisión inteligente la tuya. Cuando las circunstancias así lo aconsejan, la retirada es la mejor opción posible.
ResponderEliminarAnónimo: desde el aparcamiento, la subida supone una tentación muy grande. Probablemente esos "intrépidos" que mencionas se decidieron a subir animados por la corta distancia a tan goloso objetivo. El terreno, no obstante, es muy expuesto. A lo que habría que sumarle (solo son suposiciones) las "circunstancias" del intento.
La Reineta llevó en el coche ropa para cambiarse aunque bien podría haberse presentado "de corto" en la oficina. Ella está guapa y elegante de cualquier manera. Palabra de mum.
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